VIAJANDO POR CENTROAMÉRICA - PRIMERA PARTE
(CIUDAD DE PANAMÁ y CANAL HOMÓNIMO)
Auspicia esta "Nota de Viajero", Restaurante "Uy, nos rompieron el orto".
GERALDO Y EL TAXI
-¿Cómo es su nombre?, preguntó mi amigo Brian.
-Geraldo, pa servile. Y extendió su mano para saludar.
Asi contestó el taxista simpático y regordete al requerimiento de Brian. Nos llevaba de la zona del Canal de Panamá al casco antiguo de la ciudad por 8 dólares. Geraldo (Gerardo en realidad) es un tipo peculiar. Le preguntamos cuánto nos cobraba por llevarnos y nos dijo que 10 dólares. Notó nuestro gesto desaprobatorio y al final lo rebajó a 8, pero era tan solo el comienzo de nuestro divertido viajecito en el taxi de Geraldo.
Panamá es la única capital centroamericana con rascacielos. Las demás los evitan en la planificación de sus ciudades. Puedes culpar a los terremotos. |
Geraldo nos dice “no soy un taxista de 7 dólares”. Yo, que voy a su lado de copiloto, me quedo pensando que nuestro afable taxista quizá se sintió despreciado tras nuestro pequeño triunfo en el regateo. ¿Estaría queriendo probar su valía? Al cabo de un rato nos rebasa una combi a mano derecha por la ruta. “¿Ves ese que va ahí?”, dice Geraldo señalando a una camioneta con vidrios ahumados. No teníamos idea de quién manejaba pero asentimos porque vimos el vehículo. “Bien, ese no sabe nada”, continuó Geraldo. Y sigue: “yo estudié”, “hace 30 años que trabajo acá”, “yo les puedo contar la historia del Canal”, “miren, aquí estaban los estadounidenses y aquí los panameños”, y comenzaba a señalar ubicaciones por las calles aledañas al canal. Se había convertido en nuestro guía turístico y en uno de los hombres, o EL hombre con más conocimientos del país. Nuestros intercambios fueron entre risas y seriedad. Geraldo era divertido en su forma de expresarse, ameno, pero hablaba en serio. Al menos, él creía firmemente que lo que decía era la más pura verdad. Aseguró saber cuál era el mecanismo para pesar los barcos que circulaban por el Canal (lo que aparentemente es un secreto de estado, conocido por muy pocas personas), y afirmaba poseer otros tantos conocimientos sobre el día a día de esta importante arteria que comunica dos océanos. Ante nuestro comentario de que antes de viajar recolectamos información sobre Panamá, nos desafió a buscar en google las respuestas a estas preguntas sobre el pesaje de barcos, y otras más que ya no recuerdo. Divertidos con el ego de altura celestial de nuestro amigo Geraldo, le pagamos los ocho dólares convenidos y nos bajamos del taxi. A nuestros pies se extendía el casco antiguo de Ciudad de Panamá.
Volando a Panamá. |
BALBOA...¿ROCKY? AH NO...ESE ES OTRO BALBOA, PERO CUIDADO QUE ESTE PEGA FUERTE IGUAL.
El nombre y la silueta del navegante están por todas partes, desde las calles y bares, hasta la cerveza, la moneda local y el documental sobre la historia del Canal, obra que empieza a avisorarse en la época de la colonización, cuando empezaron a notar la conveniencia de establecer una vía interocéanica que uniera el “Mar del Norte” (el Atlántico) con el “Mar del Sur” (nombrado así por el susodicho Vasco Núñez de Balboa). Más tarde, el Mar del Sur sería renombrado Océano Pacífico por Magallanes.
Balboa fue la primera cerveza que probamos en la Ciudad de Panamá. Por 1 dólar con 50 centavos adquirimos la fría y rica cerveza panameña de medio litro, un elixir para los recién llegados al tórrido clima local.
Rincón del casco antiguo de la ciudad. |
LA INTERMINABLE MAREA ROJA
Ni siquiera el sexto tanto inglés les hace abandonar la silla frente al televisor en la cafetería, ni la pantalla de la terminal de buses, mientras observan las alternativas del duelo entre Panamá y la selección de los tres leones. Todos están de rojo vistiendo la blusa del combinado nacional, un equipo que disputa su primera copa del mundo de mayores. El día anterior, en un taxi, escuchamos un programa deportivo en donde los periodistas lanzaban pronósticos sobre los partidos de la jornada siguiente. Hay confianza en el elenco canalero y alguno se anima a aventurar un empate contra la poderosa selección inglesa. Al otro día, la ilusión se desmorona mucho antes de acabar el primer tiempo, porque los capitaneados por Harry Kane están tan intratables como los inexpertos defensores panameños, y entre todos dilapidan rápidamente la ilusión roja de continuar en el mundial. En ese marco de aparente desastre, de pronto, ¡gol de Panamá! Se oye un estruendo y surgen celebraciones: es el primer tanto panameño en la historia de la Copa del Mundo, convertido por Baloy. En Rusia los jugadores se abrazan dentro del campo, Baloy es agasajado. Celebran sus seguidores en las calles de Panamá. Nosotros nos quedamos pensando en que si Uruguay perdiese con Inglaterra (o con Tanganika) 3 a 0 al término del primer tiempo, muchos apagarían la televisión y pedirían la renuncia del Maestro Tabárez, del cascoteado Ministro del Interior Bonomi, y la expatriación de Luis Suárez. Nadie movería un músculo ante el eventual descuento uruguayo si la selección fuera seis goles abajo, pero Panamá tiene motivos para celebrar. Me quedo reflexionando en lo maravilloso que es el deporte y el fútbol en particular. Hermana al pueblo, todos se vuelven uno, y la alegría se contagia con la virulencia de una peste, pero es una peste de felicidad cuando hay un gol de tu país y el desconocido de al lado se vuelve hermano, cuando ambos se funden en un interminable y emotivo abrazo de júbilo.
Parado sobre el césped. Detrás, embarcaciones. Más atrás , el centro financiero. |
BIENVENIDOS A HOTEL CALIFORNIA.
Agradable lugar, sí señor. Confortable habitación para tres personas, con aire acondicionado (tip importante a tener en cuenta si vienes a esta región del mundo), agua caliente y baño privado. Todo por 40 dólares. La señora recepcionista, tras un barniz de seriedad alberga simpatía, canta canciones románticas que se oyen en la radio y bromea enseguida, haciendo que se desmorone rápidamente su semblante, primeramente, más bien adusto. Esta señora me recuerda aquélla máxima necesaria del entendimiento humano, que pondera la importancia de hablar con el otro, de dialogar con la gente para conocerla de verdad, sin dejarse llevar por las apariencias o los rumores.
El Canal de Panamá. |
UNA OBRA DE INGENIERÍA DESCOMUNAL.
Eso es el Canal de Panamá, orgullo del país. Culminar esta mega obra de ingeniería demandó mucho tiempo, descomunales esfuerzos y vidas humanas perdidas en accidentes o por enfermedades tropicales. Además el país tuvo que afrontar por un largo período la realidad que constituyó la administración estadounidense del área, que tuvo a los panameños con la ñata contra el vidrio por décadas. Por fin, tras un acuerdo forjado con anterioridad, el Canal pasó a manos panameñas en 1999, dejando atrás difíciles momentos en la relación entre ambos países.
Gigantescos sistemas de esclusas que se traban y destraban mediante el uso de compuertas, cuyo interior es llenado con agua (o vaciado, según la necesidad), configuran este canal que une dos océanos importantísimos que son nodos del comercio marítimo mundial. Un barco que usa este canal ahorra mucho tiempo y dinero en su ruta comercial de Asia Oriental al este norteamericano, o de Europa Occidental a San Francisco o Los Ángeles.
Los tres en el Canal. |
MATE CON PANAMEÑOS, MEXICANOS Y COLOMBIANOS.
Panamá fue goleada temprano por Inglaterra, y llega el turno del crucial juego de Colombia ante Polonia. La marea roja sigue estando por todas partes pero ahora aparece tanto amarillo que el anillo de poder de Green Lantern no le funcionaría al superhéroe de la DC. Hay muchos colombianos en Panamá, ambos pueblos tienen un pasado común que los hermanó mucho tiempo ya que antiguamente eran el mismo país. Somos testigos de la camaradería de los pueblos en un restaurante en un mercadito de la Ciudad de Panamá. Camaradería a la que por supuesto nos sumamos. El mate, tan observado en cada lugar por el que andamos, es la excusa para socializar. Primero con unos mexicanos que nos encontramos por la rambla, ellos pararon a observar con curiosidad el mate en el piso. Nos preguntaron qué era y les explicamos, respondieron “pensábamos que era marihuana”. Risas generalizadas y breve charla con estos simpáticos mexicanos, y luego al mercado, donde la curiosidad por nuestra bebida/infusión típica se multiplicó y acabamos atrayendo a una decena de personas de distintas nacionalidades en medio del ambiente festivo del lugar, telón de fondo del match entre colombianos y polacos, que se ve por varias pantallas gigantes repartidas por el mercado. No les dimos el mejor mate, el agua era poca y ya estaba fría, porque veníamos tomando desde temprano. Los ceños fruncidos y comentarios graciosos se duplicaron, y terminamos retratando el divertido momento de unión latinoamericana en una foto memorable, mientras Yerry Mina se elevaba por los cielos para marcar el primer tanto cafetero.
En Panamá, los 30 y pico de grados de temperatura no son motivo para andar con el cuero al aire, cuidado con eso. Nadie anda sin remera, camisa o musculosa en la vía pública. No está bien visto, y tampoco se puede beber alcohol en la calle. Tras una extensa caminata por el asfalto de la capital del país, me dio mucho calor y pensé en quitarme la remera. Dudé porque no veía a nadie sin ella, pero al cabo de un rato me la saqué. Noté algunas miradas desaprobatorias, y una mujer que atendía un carrito de comidas en el mercado donde almorzamos, le dijo a Brian que me pidiera que me volviera a poner la remera. La escuché quejarse y luego de sentarme, me la volví a poner.
Foto con panameños y colombianos, tras probar el mate. |
BUSCANDO GUAYABA
(léase “guaiaba” por favor, recuerde que estamos en Panamá).
Nos movimos en metro por Ciudad de Panamá en más de una oportunidad. Muy similar al metro parisino, el local es limpio y organizado. Del Hotel California a la estación de Santo Tomás caminábamos tres cuadras para tomar el metro hasta el terminal de Albrook, así lo hicimos para ir al Canal o cuando pusimos rumbo a las paradisíacas Bocas del Toro.
Durante una noche, nos dejamos convencer por la simpatía de una muchacha panamaña e ingresamos al restaurante “Tío Navaja”, ubicado en el bonito casco viejo de la ciudad. Mordimos el anzuelo atraídos por la amabilidad y carisma de la chica, apremiados por el hambre de nuestros estómagos. Justo es decir que en Latinoamérica es muy común que los locales como pubs, restaurantes, tiendas o discotecas, tengan apostada gente en sus puertas, cuya misión consiste en atraer personas al interior de los locales, para que entren y consuman lo que ofrecen. Nadie está coqueteando con ud, querido turista. Al menos no en primera instancia...
El colorido cartel de la ciudad. |
Un minuto más tarde estábamos en la mesa en el interior del lugar estudiando la carta del menú.
La analicé un poco, no entendía los nombres de los platos ni la mayoría de los ingredientes que aparecían mencionados. La chica me vio cavilar y me recomendó un plato de la casa: “Buscando guayaba”. Me explicó que era la especialidad del dueño de Tío Navaja, narrándome el mucho esmero que le ponía este cocinero en la elaboración de este refinado plato cuyos ingredientes desconocía en buena medida, pero igual acepté por estar dispuesto a probar cocina local.
Nos tomamos una Balboa con Brian y Martín, y al cabo de un rato probé y culminé mi plato sensacional de “Buscando Guayaba”...¡una hamburguesa doble de carne y pollo con huevo, queso derretido, panceta, lechuga, tomate, mayonesa y mostaza, acompañada de una porción papas fritas que hizo que me partiera la boca de placer! Pero de cocina local...nada. El divertido engaño en el que caí, suscitó bromas el resto del viaje, y me hizo recordar a las desventuras de Peter Capusotto en Restaurante "Uy...nos rompieron el orto", no tanto por el precio de la comida, sino porque detrás de esos curiosos ingredientes de raros nombres, se escondía una hamburguesa con papas fritas, la cosa más usual del mundo.
Encontré el tornillo que había perdido. |
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