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sábado, 9 de septiembre de 2017

Un día en Auschwitz.


Las púas del alambre se clavan en mi piel, pero estoy lejos del cercado. Siento asfixia entre las paredes de los viejos edificios y barracones de Auschwitz - Birkenau, pero respiro perfectamente.
La opresiva atmósfera te envuelve en el mayor campo de exterminio de la Segunda Guerra Mundial, uno de los más grandes símbolos de horror que puedan existir, sino el más representativo de todos.
Más de 1 millón de personas fueron exterminadas aquí durante la "solución final" implementada por la Alemania Nazi durante el primer lustro de los años 40.
El infame letrero "el trabajo libera", era en realidad un mensaje irónico. Los prisioneros recobraban la libertad únicamente cuando morían por los trabajos forzados, la inanición, enfermedades o eran gaseados para que luego sus restos salieran "libres" por las chimeneas de los crematorios.

Una sensación de pesadez me invadió al ingresar al recinto de Auschwitz I. Antes, y durante algunos momentos del recorrido por el campo, me encontré insensible.
Me costó entender esta "sensación" de no sentir al principio, pero después comprendí que la insensibilidad es parte de la historia misma de este lugar. Aquí la vida nada valía y la muerte en sus formas más atroces se hizo tan corriente que la capacidad humana de percibir dolor, pena o angustia fue menguada hasta casi desaparecer.
Aquí no había casi empatía, y la poca que quedaba, era degradada en un intento premeditado por quitarle a las personas la dignidad humana.
Las letrinas. No había intimidad. El individuo como tal, quedaba anulado.
Aquí las personas en avanzado estado de inanición eran esqueletos con piel que peleaban por una migaja de pan, que usaban el cuenco de la comida para defecar porque el campo estaba atestado de gente, y no había letrinas suficientes para hacer las necesidades en los contados momentos que te asignaban para usarlas.
Correr en dirección al alambrado eléctrico y aferrarte allí era una opción de terminar la agonía para algunos prisioneros.
Fuera de esos momentos, que se daban un par de veces al día, no podían ir al baño. Si tenían ganas, debían hacerse en la ropa. Por supuesto que luego de hacer sus necesidades en el cuenco, debían conservarlo, porque de lo contrario no recibirían su insignificante ración de comida. Las lamentables condiciones higiénicas hicieron proliferar enfermedades como el tifus y los prisioneros solían padecer disentería.
Interior de un crematorio. "¿Ves el humo? Ahí está tú mamá", le dijo un alemán de las SS a una prisionera joven que logró sobrevivir.

Auschwitz es un ambiente agobiante y claustrofóbico, que transmite dureza e insensibilidad mientras te planta la semilla de la tristeza y la indignación cuando te adentras en sus tenebrosos edificios de ladrillos, para conocer las celdas en donde se practicaban inhumanos castigos a los prisioneros, para observar la mirada inocente de los niños que están a punto de entrar a las cámaras de gas, o para presenciar un compartimento repleto de cabellos humanos.
Lugar de la ejecución de Hoess, tras la finalización de la guerra. Jamás mostró arrepentimiento, "solo cumplía órdenes", expresó alguna vez.

En Auschwitz eras útil si podías trabajar. Cuando no podías hacerlo te enviaban directo a las cámaras de gas. Un hombre fuerte y bien alimentado podía durar unas semanas o algunos meses. Mujeres embarazadas, enfermos, niños y ancianos eran gaseados apenas llegaban. Los niños, si eran gemelos, tenían la opción de ser empleados para los crueles experimentos médicos del  "ángel de la muerte", el Doctor Mengele.
Cepillos y otras pertenencias de los prisioneros.

En el patio hay un paredón de fusilamiento, está el patíbulo donde ejecutaban en la horca a los prisioneros, o el lugar dónde le aplicaron la pena de muerte al propio comandante del campo: Rudolph Hoess, un tipo cuya obra más importante en la vida radicó en gestionar la máquina de matar de Auschwitz.
Auschwitz I

Por allá está la cámara de gas con las paredes rasguñadas por cientos de personas, que en su desesperación las arañaban porque comprendían que lo que emanaba de los lluveros, no era agua para un baño, como les decían, sino el letal gas. El zyklon B también tiene un espacio en donde se pueden ver, tras la vidriera, los recipientes en los que almacenaban la mortal sustancia.
Latas de Zyklon B, el gas venenoso usado para asesinar en masa a las personas.

La celda en donde fue asesinado con una inyección de fenol en el corazón el padre Kolbe, las fotos de los niños usados para los experimentos médicos, los uniformes a rayas, los barracones donde dormían hacinados los prisioneros...vemos todo y oímos las historias de boca del guía.
Exterior del crematorio. Por las chimeneas salía un oscuro humo que contenía las cenizas de los prisioneros. En el interior de una cámara de gas, mi hermano nos dice: ¿vieron los arañazos en las paredes?
Durante la visita hay tours en muchos idiomas y el campo-museo está atestado de gente. Una mujer joven se desmaya entre el gentío. Todavía me pregunto si se sintió sofocada por el hormiguero de personas o por la atmósfera angustiante del campo.
Las literas.



Nos preguntábamos cómo estábamos e intercambiábamos sensaciones. Dije que por momentos no sentía nada. Uno de mis amigos comentó en la entrada de Birkenau, mientras aguardábamos al guía: "esto es un pedazo de piedra noma´". Me quedé pensando en que sí, tenía razón: solo es un pedazo de roca enorme y hoy no pasa nada aquí, pero sucedieron cosas terribles y es un ambiente que emana un aura negativa.
Los muchachos. Detrás, la icónica imagen de la puerta de Birkenau.
Al final del día continúo creyendo que es fundamental que la gente visite este lugar. Conocer lo que pasó aquí es importante si no queremos volver a repetirlo alguna vez. Los mensajes de odio y discriminación son generadores de lugares como Auschwitz.

No eres el mismo cuando sales de allí. Entras movido por la curiosidad, con afán de conocer, de experimentar sensaciones estando en un sitio sobre el que oíste hablar o leíste en incontables oportunidades, y sales un poco cabizbajo y vacio, como si la energía oscura de este triste lugar se te pegara como una costra irremovible en lo más profundo del alma.
Regresamos a Cracovia con gesto adusto. Habíamos perdido la sonrisa.
Paredón de fusilamiento. Cientos de ejecuciones bañaron de sangre este bloque de cemento.


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