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lunes, 17 de diciembre de 2018

El enredo de los Copán, la muerte feliz y otras curiosidades hondureñas.

VIAJANDO POR CENTROAMÉRICA - SEXTA PARTE (DESPEDIDA DE EL SALVADOR Y ENTRADA A HONDURAS; NOS PERDEMOS; CUESTIONES RELIGIOSAS Y DE VACAS; COMPARACIÓN DE COPÁN Y TIKAL).


EL ENREDO DE LOS COPÁN.
Abandonamos San Salvador a las 8 de la mañana del 7 de julio. Algo atribulado, me despedí de Juan Carlos, nuestro anfitrión, y tomamos un uber hasta la terminal Platinum Centrum por menos de 5 dólares americanos, moneda salvadoreña. Elsa, Idania y Juan Carlos nos encargaron en más de una oportunidad que tuviéramos cuidado en la frontera de El Salvador con Honduras, sitio de peligrosa reputación.
La foto falsa, porque en realidad pertenece a la frontera de Honduras con Guatemala. Me encontraba a punto de ingresas a tierras chapinas, abandonando las catrachas.

Una vez en bus, el trayecto nos llevó a Citalá, en la frontera con Honduras, en donde hicimos los trámites migratorios atendidos por funcionarios con mala cara, como es habitual en nuestros viajes. El entorno había cambiado a lo largo del camino. Afuera un manto selvático se cernía alrededor de la ruta, y de tanto en tanto aparecían precarias casitas de adobe y techo de paja. El ambiente en general no inspira confianza y me invade una sensación de inseguridad que se acrecentará con el transcurso de las horas hasta que lleguemos a Copán Ruinas. No compramos lempiras y es domingo, pero para nuestra fortuna conseguimos cambiar algunos dólares por la moneda local en una cafetería cerca de Santa Rosa de Copán, primer pueblo hondureño del viaje. Seguimos el peregrinaje y llegamos a "Copán Entrada", otro pueblo que tampoco es el Copán que buscamos, que es el sitio arqueológico maya. Nos bajamos del bus con la indicación de cruzar la calle y buscar un transporte a "Copán Ruinas". Bueno, el hecho es que pensamos que llegaríamos al mediodía al susodicho sitio arqueológico, y ya eran las tres de la tarde y habíamos pasado por dos Copanes distintos y ninguno era el que buscábamos. Ya no sabíamos a qué hora llegaríamos ni donde pasaríamos la noche. El entorno invitaba a imaginar desagradables posibilidades de respuesta.

Bien, caminamos una cuadra y media y nos abordaron unos tipos que estaban a metros de un viejo microbus que iba lleno de gente. No habíamos articulado palabra cuando uno de ellos hizo señas de que nos acercáramos, diciendo “¡vengan, vengan, vamos vamos!”. Yo no sabía para donde iban pero ellos parecían tener mucha seguridad de nuestro destino. Le pregunté “¿Van a Copán Ruinas?”. No hubo respuesta, el sujeto ya estaba montado sobre el techo del vehículo acomodando  equipajes y pidiendo nuestras mochilas. El otro sujeto balbuceó algo parecido a “sí”, y mientras permitía que ataran mi mochila en el techo, le pregunté si había lugar. Me contestó afirmativamente y tras averiguar el monto del pasaje al tercer destino con nombre de Copán, que esperábamos fervientemente que fuera nuestro Copán, nos subimos. No había lugar. Fui para atrás pechando a la gente y pidiéndoles disculpas, miré para todos lados y entre el apretuje y el intenso calor comencé a perder la paciencia rápidamente. En el fondo y al medio, había un pequeño hueco sobre el extremo del asiento largo en el que ya iban sentadas 4 personas. Intenté sentarme pero fue muy difícil, era demasiado pequeño el espacio y tenía más de la mitad del trasero fuera del asiento. Miré a Martín, me observaba. Él iba parado. Me levanté y fui hacia donde estaban los sujetos. Encaré al guarda: "nos vamos, me mentiste, no hay lugar", le espeté. Él insistía en que no era así y que había sitio. Discutimos, yo estaba realmente molesto. Al final la gente intercedió para templar mis iracundos ánimos: "Ey, es verdad, mira que ahora en unos minutos yo me bajo", me dijo alguien. Vi rostros de asentimiento en otras personas y empecé a calmarme. Volví a mi lugar en el fondo y al cabo de un rato, en efecto quedaron lugares libres y nos acomodamos mejor.
Cancha de pelota en Copán.


FUNERARIA RESURRECCIÓN, CAPILLA Y FUNERARIA LÁZARO ,Y LA MÚSICA CRISTIANA DE LA MINI BAN DONDE VIMOS LAS VACAS.
Los países centroamericanos son muy católicos, incluso al punto de que uno de ellos lleva el nombre de su patrón: El Salvador del Mundo.
En uno de los tantos pueblitos establecidos a lo largo de la ruta hacia Copán, observamos el curioso nombre “Funeraria Resurrección”, y luego, ya en la frontera de Honduras y Guatemala, vimos la capilla y funeraria “Lázaro”. Realmente en Centroamérica hallan la forma de promover un halo de luz aún en el momento del dolor de la pérdida de un ser querido. Casi que me dan ganas de morirme con este mensaje de esperanza presente en la nomenclatura bíblica de las casas mortuorias.
Muchachitos descalzos juegan a la pelota en una canchita algo pelada por las pisadas bajo el sol tropical. Suena UB40 por el parlante del micro que conecta el trayecto Copán Entrada-Copán Ruinas. Todo parece volver a nuestros uruguayos parámetros de normalidad. Los ingleses ensayan su reggae pegadizo logrando que los constantes cortes del tránsito por la tarea de ampliación de la ruta dejen de ser tan molestos. De pronto aparecen unas vacas en el camino polvoriento, van a la par nuestra y se escucha por la radio una voz que, tras una cortina musical que parece de una canción como cualquier otra, recita“Oh, no puede ser...ya no está... ¡Jesús resucitó!”, y la canción continúa con letra relacionada a la resurrección de Jesús, interrumpida por estas alocuciones recitadas que me hacen recordar a los arrebatos musicales de “El Delfín” o la “Tigresa de Oriente”.
Estela en Copán.

El maratónico camino Santa Rosa de Copán - Copán Entrada - Copán Ruinas vuelve a interrumpirse por una nueva trabazón (en caliche salvadoreño) del tráfico mientras suenan canciones religiosas similares a la descrita y solo quiero meterme bajo tierra sin que alguien venga a decirme “Levántate y anda”, como al tal del Lázaro. Miradas cómplices sin mediar palabras con Martín, parecen develar que albergamos un sentir similar.
Al final, luego de un interminable periplo llegamos a "Copán Ruinas", el pueblo cercano al complejo arqueológico maya de nombre Copán. Copán Ruinas es el primer sitio turístico que conocemos en Honduras, país donde la sensación de vivir una aventura se incrementaría hasta el final del viaje por tierras guatemaltecas.

Calle del pueblo Copán Ruinas, a escasos kilómetros del sitio arqueológico.

RUINAS DE COPÁN Y COMPARACIÓN CON TIKAL EN GUATEMALA..
Tikal es grande y suntuoso, pero más espléndida me parece por momentos la vegetación que la envuelve, o la que arrebuja Copán en Honduras. Más que las perfectas, detalladas y cuasi perennes estructuras mayas, me sorprende el entorno y el exhuberante manto verde que lo cubre todo alrededor y que en ocasiones se mete entre las piedras de las ruinas, ciñéndole su vestido.
La famosa escalinata jeroglífica de Copán.

¿Qué es igual hoy, que hace 1000 años en Copán o Tikal? Los centenarios edificios mayas están bien conservados en general, pero el deterioro es evidente. En cambio, me siento un maya caminando por los senderos entre la densa vegetación, escuchando los sonidos de los animales que no veo pero están allí, o viendo las formas de las montañas cercanas.
Guara Roja.

Las piedras sufren la erosión y el esplendor de ese pasado arquitectónico hoy es oropel, por lo que me resulta difícil sentirme dentro del mundo maya viendo el templo del Jaguar. Pero a la vegetación selvática la veo, escucho  y huelo como la veían, escuchaban y olían los mayas siglos atrás, cuando poblaban este lugar.
Martín me dice que lo veo muy geográfico y creo que tiene razón. Desde una visión histórica-cultural (para un aficionado sin conocimientos profundos de arte ni de historia maya) el legado de un sitio y otro es claro. Copán entrega una arquitectura llena de detalles, de trazo fino y delicadas figuras que el dios Cronos aún no consigue borrar del todo, lo que realza aún más la delicada belleza de la obra de aquellos antiguos mayas que escribieron su historia en esas piedras talladas.
Tikal en cambio, resalta por la imponencia de sus pirámides y templos. Es el tamaño lo que engrandece literalmente la obra maya del norte guatemalteco, en el corazón de Petén.
Estela de 18 Conejo.

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