Translate

martes, 2 de septiembre de 2014

Caminando en el ombligo del mundo.




Respirar en Cusco resultó una experiencia difícil apenas aterrizado el avión en suelo de esta ciudad emplazada en la sierra peruana. A 3400 metros de altura, la falta de oxígeno se siente. No estaba corriendo, sino que me encontraba erguido sin siquiera haberme movido de mi lugar, mientras esperaba que la cinta transportadora me alcanzara mi equipaje en el aeropuerto Velasco Astete de la antigua capital Inca. Al salir al exterior del aeropuerto, mientras cargaban nuestras maletas en el vehículo que nos llevaría al hotel, dediqué unos instantes a observar a mi alrededor, sentir y respirar el ambiente mágico al que acabábamos de llegar.  
Nos instalamos en el hotel a media mañana del jueves 13 de febrero, con la recomendación de descansar por un tiempo breve para empezar a aclimatarnos lentamente al ambiente de 3400 msnm. Aproveché el momento para masticar hoja de coca, una de las cosas que quería hacer en Cusco. Encontré las hojas dispuestas en un recipiente de mimbre en una mesa del hall del hotel, tomé un puñado y las llevé a la habitación. Una vez allí, tomé una hoja y, siguiendo las indicaciones previas que me habían dado, la puse en mi boca y comencé a masticarla por un tiempo de entre 10 y 15 minutos, absorbiendo su jugo hasta terminar y finalmente arrojar los restos de la hoja. En los Andes, la hoja de coca -así como también sus variantes el té o mate de coca- es utilizada para combatir los efectos del soroche o mal de altura.
En mi caso no puedo decir si me hizo bien o si no tuvo efecto alguno. Supongo que la ansiedad y el entusiasmo por recorrer, conocer y experimentar todo lo relativo al lugar mágico en el que me encontraba, fueron emociones que mitigaron mis sensaciones en relación a los efectos de masticar la hoja. También bebí el té y luego de descansar, salimos a recorrer una parte de la ciudad visitando un enorme mercado de artesanías en donde hicimos algunas compras,  luego fuimos a almorzar. Comimos ligero porque otra recomendación para los recién llegados a la altura consiste precisamente en eso: alimentarse de manera liviana puesto que la digestión se desarrolla de manera más lenta. Hay que andar despacio también, e hidratarse, porque en la altura la deshidratación ocurre pronto.
Apenas salimos a recorrer la ciudad, entramos a un restaurante para pedir una sopa, jugo de naranja y la popular Inka Cola, una de las bebidas más consumidas en todo el Perú. Satisfechos, empezamos a caminar hacía el hotel.  Doblando la esquina transitamos la calle en una subida algo pronunciada, la falta de aire se hizo evidente y tuvimos que detenernos para dar tiempo a nuestros pulmones a captar oxígeno. Por la tarde, en vehículo, y durante los días siguientes tuvimos la oportunidad de conocer más en profundidad la ciudad.      
Esta urbe de 400 mil habitantes es asombrosa por su geografía única, sus períodos históricos de los que da cuenta su variada arquitectura, su música y su gente cálida y afable. Por momentos parecía que habíamos sido transportados en una suerte de máquina del tiempo al pasado antiguo del lugar, o me daba la sensación de que habitábamos temporalmente en una dimensión completamente diferente a la conocida hasta entonces.
Alojamiento en el Valle Sagrado.
La población indígena es claramente dominante en Cusco. Allí estaban las cholitas con sus atuendos típicos, los mercados y los restaurantes con música  andina. La gente con su particular modo de hablar, con un cariz amable y afectuoso, distinto al de los limeños. Al hablar (para responder a cada pedido, pregunta de consulta o frase alguna que uno hace), usan la expresión “por favor”,  con el tono de aquéllos a los que les apremia sinceramente que a los demás no les falte nada y logren estar cómodos y a gusto en su casa cuando los visitan. Así es la calidez del cusqueño, sencillo y tranquilo habitante de la sierra, de pausado andar y buenos modos. El limeño, capitalino él, tiene otro ritmo de vida caracterizado por el ajetreo diario de la vida de la gran ciudad. Anda de aquí para allá, sorteando las calles de un tránsito que puede parecer caótico a ojos de los visitantes, a bocinazo limpio, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Es también amable y buen anfitrión de los visitantes, siempre dispuesto a frenar en la vereda interrumpiendo su rutina diaria para escuchar al turista perdido preguntarle donde está tal o cual lugar.             
Hojas de coca en el hotel. Mastiqué varias.
                                                                                                                                         
La traducción del quechua al español de la palabra Cusco quiere decir “ombligo del mundo”, pues allí, en el centro de su imperio, erigieron los incas la capital de su tahuantinsuyo. El quechua era, primeramente, una lengua hablada. Tenía fonética, más no había alfabeto. El invasor español, al llegar, comienza a escribir en el papel las primeras palabras del idioma de los incas, para facilitar su aprendizaje. Así, el sonido “Qosqo”, pasa a ser traducido como Cuzco en castellano, y luego Cusco, como es la forma más difundida y aceptada en la actualidad por los habitantes del país andino.
Catedral del Cusco. Maravillosa por fuera, y por dentro, nunca vi nada igual.
Esta ciudad está rodeada de elevaciones tapizadas de verde que adquieren ese color debido a la “ceja de montaña” o selva alta, que es la vegetación del lugar. El ambiente tiene dos estaciones: una seca y la otra húmeda. Los techitos rojos y las estrechas callejuelas de adoquines son algunas características de su topografía. En cualquier punto en el que te pares, es posible obtener una panorámica de gran parte de la ciudad, o de las montañas que la rodean.
En cuanto a su arquitectura, conviven vestigios de las épocas inca y colonial, así como también construcciones modernas. Muchas edificaciones son el resultado de los 3 períodos, porque a la idea original de los incas que llevó a la construcción de la ciudad y sus templos paganos, la suplantó la de los conquistadores europeos, quienes al llegar intentaron borrar literalmente del plano las estructuras incas, particularmente aquéllas que desestabilizaban la idea española de propagar pacíficamente -o mediante el uso de la coerción- el cristianismo en la región, que eran los lugares en los que se rendía adoración a los dioses incas como el Koricancha, el templo del sol.                                        
Koricancha o Templo del Sol.
                                                                                                                                           
En el actual Koricancha subsiste una parte del antiguo templo inca, que ha quedado al descubierto por la caída parcial de la estructura colonial que lo recubría, el convento de Santo Domingo. El convento fue destruido parcialmente por el terremoto del Cusco de 1950, que colapsó gran parte de la ciudad y sus edificios coloniales, dejando al descubierto lo que los españoles se afanaron tanto tiempo en ocultar, las edificaciones incas, más antiguas y más sólidas, construidas por estos maestros arquitectos del pasado precolombino.  Los terremotos, eventos naturales comunes en esta zona del mundo, han dado paso a distintas restauraciones de parte de los edificios de la ciudad tras cada fenómeno sísmico de magnitud.  
Ollantaytambo.
Más de un cusqueño amante de las raíces más antiguas de la ciudad y de sus primeros habitantes, aguarda con silenciosa expectativa que un nuevo terremoto termine por acabar de una buena vez con lo que queda de los edificios coloniales de los españoles.                                               
Incas, europeos, época moderna, terremotos y restauraciones. Tal es el resultado de la mezcla arquitectónica del Cusco.  
Cholas. Luego de la foto una me correteó para que le diera dinero.
Además del mencionado Koricancha, la plaza de Armas, la histórica Catedral y las iglesias en general, los museos, mercados y algunos barrios, como el de San Blas, son sitios de visita obligatorios para el visitante.
Las angostas y empinadas callecitas del pintoresco barrio de San Blas, con vistas de la ciudad, representan una experiencia que hay que vivir.  En la esplendorosa Catedral, el único inconveniente radica en el detalle de que no se pueden tomar fotografías, incomodidad que rápidamente queda atrás cuando se aprecia la magnitud de la obra que habita dentro de ésta. La historia que cuenta cada rincón, figura, cada cuadro, muro o pintura, además de su antigüedad, son atributos que dan cuenta de la valía de todo lo que allí se encierra. 
Valle Sagrado.
Estuvimos 3 días en Cusco y alrededores. Luego de las primeras horas, dependiendo del estado físico de cada uno y de la rapidez de su proceso de adaptación a la altura, se empieza a sentir uno más cómodo y es recomendable andar, recorrer, caminar y visitar todo lo que se pueda, siempre que se quiera.  
Terrazas en Pisac.
Pocas cosas son mejores que conseguir un mapa de la ciudad y salir a recorrer por uno mismo, interactuar con la gente para percibir el lugar desde una perspectiva diferente haciendo más enriquecedora la experiencia de conocer.

                                                                                                                             
                          
                                                                                                            

No hay comentarios:

Publicar un comentario