Translate

lunes, 1 de agosto de 2016

Apunado en la Mitad del Mundo.

Nos vamos a Quito. Adquirimos el pasaje en la agencia compañía Amazónica en la terminal de Baños a un precio de 4 dólares con 25 centavos. La capital del país, atravesada por la línea del Ecuador, se encuentra a tres horas y media de viaje en bus partiendo del terminal terrestre de Baños.
En El Panecillo, viendo hacia Quito. Me sentía bastante mal.

Nos levantamos temprano y probé nuevamente el desayuno americano, hábito que adquirí con los viajes. Sería una información poco relevante para este diario de no tener consecuencias más adelante, como les contaré líneas abajo.
Finalmente nos despedimos de esta región de verdes montañas y valles coronados por imponentes conos con cráteres que escupen fuego, llenos de sensaciones agradables, siendo alquimistas de nuestro destino al ser dueños de elegir adónde ir y qué hacer con nuestro tiempo.
De pie en una de las innumerables calles adoquinadas del centro de la ciudad.


Quito es parecido a La Paz. Largas calles trazadas a través de empinadas cuestas, iglesias antiguas, caseríos en las faldas de las montañas linderas y líneas de teleférico, entre otras similitudes. Sin embargo las montañas, entre ellas volcanes como el Pichincha o el Cotopaxi, están cubiertas de verde, mientras que el paisaje que rodea la capital boliviana es bastante árido.
En Mitad del Mundo, con un pie en cada hemisferio.
La capital ecuatoriana se emplaza a 2800 msnm y presenta un clima cambiante. El sol es fuerte pero el cielo se nubla rápido, llueve copiosamente y vuelve a aparecer el astro rey, tan rápido como desapareció. Así fueron nuestros días de estadía aquí.

Señora vendiendo comida local.
Llegamos a la terminal de buses de Quitumbe, me comí unas hamburguesas con cebolla, puesto que llevábamos varias horas sin comer, y nos trasladamos en trolebús hacia el centro de la ciudad para terminar alojados en el buen hostal "Puerta del Sol", a metros de la plaza de Santo Domingo.
Nos impacta favorablemente la buena disposición, apertura y amabilidad de las personas, desde la policía turística hasta el ciudadano de a pie. Son receptivos a las consultas, preguntas y a la charla. Se preocupan por la seguridad y por los turistas, no solo en Quito sino también en las demás ciudades.
Vista panorámica de la ciudad.
Recorremos el área del hostal y nos tomamos un taxi a "El Panecillo", un barrio alto de la ciudad dominado por un enorme monumento a la Virgen local, patrona de la ciudad. Desde allí se puede apreciar todo Quito y la vista es sensacional.

Estamos tomando fotos cuando de pronto empiezo a sentirme mal. Cae la tardecita, el sol se oculta y empezamos a buscar un taxi para regresar. En materia de inseguridad, nos habían dicho "o todos juntos o ninguno", en referencia a caminar por el Panecillo en horas de la noche. La cosa va para peor en relación a mi estado: me descompongo y el contenido de mi estómago es expulsado en varias tandas. Caigo en la cuenta de que he abusado de algunas comidas y pese a tener claro que debo cuidar mi estómago en la altura, me confío tontamente y termino padeciendo algunos síntomas de apunamiento. En el llano seguramente no habría pasado nada, pero aquí en la parte más alta de una de las ciudades más encumbradas de la Tierra, una impericia así puede costarte un mal rato. Al principio, condeno en silencio mi imprudencia, pero luego me resigno y encuentro interesante apunarme por vez primera. Se trataba de una experiencia nueva y ahora podría contarla.
Callecita quiteña.

Luego de un rato de procurar un taxi sin suerte, mientras trataba de tomar toda el agua posible para no deshidratarme en demasía, logramos que uno de los muchachos que atendía un puesto en el mercadito de la zona nos llevara de vuelta al hostal.

A la noche, mientras mis amigos salían nuevamente a recorrer las calles quiteñas, opté por permanecer en "La Puerta del Sol". No mejoraba. Llevé algunos medicamentos para casos como este, pero mi estómago los rechazaba. Debía comer algo, pero lo que ingería, lo expulsaba. Sin dejar de beber agua, me dirigí a hablar con la recepcionista del hostal. Me preparó una tostada con jugo de manzanilla. Empecé a comer pero terminé en el baño otra vez. Era preocupante. Al final, me dio un yogurt con cereales, un alimento que no suelo ingerir ¡y santo remedio! Funcionó. Entre charla y charla sobre Ecuador, la concepción que tienen de la planta de coca en el país -estigmatizada aquí, no así en Bolivia o Perú-, la violencia doméstica y otros asuntos, empecé a sentirme mejor y el ánimo se elevó.
Casco viejo de la ciudad.

Al día siguiente me encuentro más recuperado aún. Sintiéndome bien o no, perderme la visita a la Mitad del Mundo era imposible. Aunque fuera en camilla y con suero, debía estar.
Desayuné nuevamente yogurt con cereales, tomé mi mochila y partimos al sitio por donde pasa la línea ecuatorial, ubicado en las afueras de Quito. En la calle, a la salida del hostal paramos un taxi pero nos quería cobrar 35 dólares para llevarnos. Le dijimos que no. Hablé con el siguiente y el precio que fijó era de 15 dólares, pero luego cambió y decía que sería "lo que marcara la ficha". Pues bien, el taxista y yo nos enzarzamos en una pequeña discusión sobre el precio del pasaje hasta la Mitad del Mundo, y mientras sucedía esto, empecé a sentir bocinazos y algunos gritos. Cuando miro hacia atrás, una extensa fila de vehículos aguardaba impacientemente que me quitara de ahí para que el taxi circulara y así poder retomar el tránsito. Al final de cuentas, el taxista accedió a llevarnos por 15 dólares. Le grité a mis amigos que se acercaran, nos subimos y nos fuimos. Antes, junté las palmas de mis manos en dirección a los vehículos que esperaban detrás en señal de disculpa. Después, los muchachos entre risas me dijeron que detuve el tránsito de toda la ciudad discutiendo con el taxista. Mi forma de dirigirme a la gente, las palabras y modos de hablar que empleo, son siempre motivo de diversión en mis viajes. Me divierte también, me río de las ocurrencias de mis amigos y de mí mismo.
Esta avenida es imponente, traza una "U" hasta el Panecillo (arriba).

Mitad del Mundo queda como a 45 minutos en taxi desde el centro histórico de Quito. Es un complejo enorme en el que destaca un gran monumento de cuatro caras que marcan los cuatro puntos cardinales y en cuya cima está una representación de la Tierra. El monumento es cruzado por una visible línea amarilla que representa el pasaje de la línea del Ecuador. A la entrada hay un pasillo ladeado por los bustos pertenecientes a los científicos que realizaron la labor de medir con escasos recursos y suma precisión, el sitio exacto por donde pasa.
El monumento tiene nueve pisos y en cada uno hay un museo o una suerte de sala de experimentos vinculada con el lugar donde estamos. Por ejemplo, en una aparece una maqueta enorme que simula el desplazamiento de la Tierra en torno al Sol determinando los solsticios y equinoccios. También hay sobre el Efecto Coriolis o vinculadas al peso de las personas en el Ecuador, los polos y la Luna. El experimento del equilibrio con el huevo sobre un clavo se encuentra afuera.
Este policía tiene bien entrenado a ese simpático golden.

Pasamos parte de la mañana y la tarde aquí, almorzamos y volvimos al hostal. A la noche tarde, retornaríamos a la inmensa terminal de buses de Quitumbe, para iniciar el viaje de regreso a Guayaquil. Nos esperaba Montañita, un paradisíaco balneario a orillas de un Pacífico de aguas cálidas en donde haría mi primera inmersión en el mayor océano de la Tierra.
Virgen de Panecillo, patrona de Quito. Un enorme monumento de cerca de 30 mts de alto que se ve desde toda la ciudad.





No hay comentarios:

Publicar un comentario