Cansados, pero de buen ánimo por sentirnos próximos a casa, charlamos, bromeamos, comimos algo y hasta me tiré en el piso sobre la alfombra para dormir una pequeña siesta.
Al comenzar la hora de hacer el embarque oímos por los altoparlantes que el vuelo se demoraría por niebla en el aeropuerto de Carrasco. Era una mala noticia. A las 22.30 habría nuevo reporte y debíamos continuar esperando. Aprovechamos la espera con mis amigos para charlar con un neurocirujano compatriota que estuvo en las islas Galápagos, destino para el que estuvimos a punto de poner rumbo en algún momento. Brian, en tono serio, advertía generando reacciones de humor nervioso en los cercanos, que la niebla no desaparecería rápidamente. No le faltaba razón. Daba cuenta también de sus accidentados viajes en avión puesto que en cada experiencia de vuelo, algo que lo había retrasado sucedió siempre. Hablando de vuelos cancelados e inesperadas estadías en ciudades imprevistas, avisaba que esta vez no sería la excepción.
Crecían las especulaciones mientras aguardábamos novedades, conforme la gente iba comunicándose con familiares en el país o mediante internet en la página del aeropuerto uruguayo: qué había mucha niebla, que el aeropuerto estaba cerrado, que había vuelos en el aire rumbo ahí, que el aeropuerto en realidad seguía operando y que solo nuestra aerolínea (Latam) cancelaba el vuelo, etc. La gente estaba nerviosa y varios ya se arrimaban al mostrador a presentar sus inquietudes, preguntar o presionar a las funcionarias de la aerolínea.
Lo cierto es que el vuelo se canceló porque la niebla finalmente no se disipó. En la página del aeropuerto de Carrasco nuestro vuelo aparecía efectivamente como cancelado. Varios pasajeros estaban muy molestos porque según la página de la citada terminal uruguaya, otros vuelos seguían en el aire argumentando con evidente fastidio que solo Latam suspendía el suyo. La empresa afirmaba que la cancelación del vuelo era por factores climáticos, deslindándose de responsabilidades. Las asediadas funcionarias de Latam explicaban que no sabían como actuaban otras aerolíneas, que las directivas de la suya eran esas. Fueron desbordadas. Vi a una presa de la angustia al borde de las lágrimas, luego de ser duramente cuestionada por algunos pasajeros. Un tipo visiblemente alterado, deslizando algún insulto en medio, repetía en tono incriminador una y otra vez, que el aeropuerto uruguayo estaba operando con normalidad.
Al día siguiente descubriríamos que efectivamente el aeropuerto de Carrasco canceló su actividad durante la noche y que todos los vuelos que debían aterrizar o despegar de ahí, fueron desviados o no salieron, respectivamente.
Vehículo en el que nos transportaron al hotel. |
Entiendo el nerviosismo de la gente, que hay cansancio, urgencias y obligaciones que atender, pero la gente debe comprender que si hay niebla, la culpa no es de la aerolínea. Mucho menos de las pobres muchachas, que con su mejor cara trataron de atender amablemente a todos los pasajeros del vuelo y escuchar sus inquietudes. Fue indignante la situación.
Crowne Plaza, hotel donde nos alojamos. Un lujo. |
Finalmente el vuelo se reprogramó para el día siguiente a las 14.15 hs. Entre reclamos, a los pasajeros que estábamos en tránsito (veníamos de otra ciudad viajando con la aerolínea), nos llevaron -luego de hacer trámites de migración y aduana- a un hotel 5 estrellas en el centro de Santiago. Todo cubierto por la aerolínea. Nada mal. Pero a los pasajeros locales que partían desde Santiago no se les asistió. Debían pagar hotel o volver a sus casas. No comprendí el procedimiento de la aerolínea en este último caso. No todos los pasajeros "locales" son residentes de la ciudad. Probablemente muchos hayan venido de vacaciones y a más de uno debe de habérsele acabado el dinero.
En definitiva, para mi el hecho positivo de todo esto, fue que por vez primera y aunque solo fuera por pocas horas, puse un pie en Santiago de Chile. Una capital más en la lista. Además, mi pasaporte se ganó el sello de un nuevo país (el año anterior había estado en Chile pero no en aeropuertos ni con el pasaporte).
Al día siguiente, tras un despegue movido con un avión que cobraba altura sacudido por turbulencias que le hicieron presentir lo peor a este novel viajero del aire, iniciamos el retorno al Uruguay.
Los cuatro esperando el vuelo en el aeropuerto de Santiago. |
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