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sábado, 2 de septiembre de 2017

El perfil viajero entre las sillas vacías de Cracovia.


Suena Pimpers Paradise en la computadora portátil de Mauro y se ha vuelto ritual. Suena en París, suena en Varsovia y ahora suena en el Atlantis Hostel de Cracovia. Seguirá sonando el resto del viaje en cada ciudad en la que pongamos pie.
El transcurrir de los días va consolidando los roles de los viajeros.
Martín impulsa con sus ganas, y su caudal de energía lo vuelve infatigable. Si alguien está disfrutando cada momento, ese es Martín. Es el primero en levantarse y el último en dormir. Acompaña a todos lados si le pides, plantea cosas para hacer y es muy versátil: puede ser guía en el Louvre o en el metro, promotor de celebraciones, organizador y caminador incansable.
Mauro es fundamental porque es el intérprete, y aunque su humildad -otro atributo reconocible- le impida reconocerlo, habla muy bien el inglés. Siempre está tranquilo, escucha, es paciente y muy flexible. Sin él, probablemente no habríamos podido hacer todo lo planeado en los tiempos que estipulamos para ello durante la organización previa del viaje.
Sebastián es una brújula humana. El tipo sabe de qué color es la casa de aquella esquina o recuerda la forma del árbol de aquél patio que vimos. Es el fotógrafo más capacitado del equipo, cuenta con una gran memoria visual, es práctico y ejecutivo. Le dices "¿vamos?", y Seba va. Suele ir por delante junto a Martín, marcando el paso del grupo.
Nico es desenfadado y con su aura relajada de "todo me chupa un huevo", el metalero ríe, posa para la foto simulando tocar la guitarra eléctrica a lo Jimi Hendrix, entabla charlas con japoneses y barrenderos, hace chistes, se cuelga horas con el celular y es pierna para casi todo. Contribuye siempre a desestructurar el ambiente.
Por último, el escritor del blog es justamente eso: el narrador. Con frecuencia enfrascado en alguna profundidad del pensamiento -virtud y defecto-, organizo y gestiono aspectos importantes del viaje, sin que eso me impida tomarme un recreo de mi cabeza para balancearme ocasionalmente en un columpio sobre un barranco, recorrer un cañón colgado de un cable o andar en bicicleta al borde de un abismo.

Cracovia es antigua y luce intacta. Al contrario de Varsovia, que fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad ubicada a orillas del Vístula permaneció indemne. Y es espléndida por cierto.
Puedes dar un paseo en carruaje. Abundan.

El castillo de Wawel está cerrado al público porque tiene lugar allí un evento que reúne a algunas autoridades de la Unión Europea. La plaza del Mercado reúne a músicos callejeros, eventos artísticos y mucha gente que sale a disfrutar de una veraniega tarde de sol, la primera que nos toca desde nuestra llegada al viejo mundo.

¿Los simuladores?
Los muchachos encuentran un uruguayo artesano que se mudó a Cracovia y el operador de una casa de cambio conoce que la capital del país es Montevideo. Las camisetas con el apellido Lewandowski aparecen seguido, aquí o en Varsovia; Nico le regala pesos uruguayos a los músicos en la calle y volvemos a ver locales de venta de kebab.
Castillo de Wawel.
Sin embargo, como se hizo costumbre, terminamos comiendo en McDonald´s. Cuando es mi turno de hacer el pedido a la muchacha que los atiende, sonrío, y con mi rudimentario inglés más algunas señas, trato de indicarle torpemente, aunque en forma divertida, lo que quiero comer. Ella se tienta y ríe, pero entiende.
En Podgorze están los vestigios del antiguo gueto de Cracovia. Hervidero de personas, enfermedades y privación de derechos, en el gueto la muerte se cocía a diario. Allí se encuentra, poblada de sillas vacías, la plaza de los héroes (plaza Bohaterów). Se trata de un memorial gestado por Roman Polanski en homenaje a los judíos que durante la Segunda Guerra Mundial aguardaban ser deportados a los campos de concentración. Como la espera solía ser larga las personas llegaban con sus pertenencias a esta plaza acarreando sillas para aguardar sentados el traslado. El cineasta polaco sobrevivió en el gueto y perdió parte de su familia en los campos de exterminio durante ésta oscura época.
Camino por la plaza Bohaterów.

Cerca de allí está la fábrica de Oskar Schindler, usada durante la filmación de "La Lista de Schindler", la película de Steven Spielberg.
Placa en la fábrica con la frase "Quién salva una vida, salva al mundo entero"

Schindler era un empresario alemán miembro del Partido Nazi que vio en la guerra la oportunidad de beneficiarse económicamente situando en Podgorze una fábrica de ollas y otros utensilios de cocina, elaborados para uso del ejército alemán. Recurrió a empleados judíos para ponerla en funcionamiento porque la mano de obra alemana era cara.
Fábrica Emalia, de Oskar Schindler.

Si bien al principio vio esto como un negocio, pronto se sensibilizó con la situación vivida por la gente del gueto y se dedicó a proteger a "sus judíos". Acabó perdiendo su fortuna sobornando incontables veces a jerarcas nazis para salvar las vidas de más de 1200 judíos que vieron gestarse en su fábrica la oportunidad de sobrevivir a los horrores del holocausto.
Luego de pasar por el antiguo gueto y de sentir la pesadez agobiante de Auschwitz -en la próxima nota-, me quedo recreando en mi mente la canción principal de la banda sonora de "La lista de Schindler" mientras recuerdo la frase del Talmud que usa Spielberg en el film:

                        "QUIEN SALVA UNA VIDA, SALVA AL MUNDO ENTERO".

No puedo contener una fuerte emoción.



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