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sábado, 29 de diciembre de 2018

Bajo el sol de Petén.

SÉPTIMA Y ÚLTIMA PARTE - GUATEMALA.

CORRIDAS Y PERSECUCIÓN EN TAXI DEL BUS FANTASMA.
Chiquimulas, Guatemala, 8 de julio de 2018. 15.01 pm.
Corremos con nuestras mochilas por callecitas atestadas de gente hacia la agencia de buses que llevan al norte, a Flores en Petén Itzá. Acabábamos de descender del transporte que nos trajo desde "Copán Ruinas", en Honduras, al sur guatemalteco. El guarda de la minivan que nos había prometido llevarnos al lugar para tomar el bus desapareció en la feria, incumpliendo nuestro acuerdo de palabra, por lo que hablamos con el conductor para saber la ubicación de la agencia a la que debíamos dirigirnos para tomar el último bus del día rumbo a Flores, marcado para las 15 horas. Es a dos cuadras. El reloj señala las 15.01; hay que correr. El conductor sube rápido al techo de la minivan y nos arroja desde allí las mochilas grandes. Agradecemos y comienza la carrera, la indicación del chofer es clara: una cuadra derecho, otra más a la izquierda, y ahí estará la agencia de buses María Elena, para Petén. Llegamos, el bus no está. En eso nos aborda un muchacho preguntando a dónde vamos, “Flores” oye como respuesta. Todo pasa muy rápido luego. Una anciana sentada en una silla tras el mostrador de la agencia balbucea algunas cosas ininteligibles, el muchacho llama por teléfono, cuelga y nos dice que lo sigamos afuera, ya en la calle aparece un taxista ansioso por ganarse quetzales y 1 minuto después, perseguimos el fugitivo transporte María Elena a bordo del taxi. El bus María Elena ya había partido, pero tras el llamado telefónico del joven agenciero, se acordó que nos esperaría en un punto en las afueras de la ciudad llamado “La Pradera”, sitio por el que el taxista nos cobraría 25 quetzales. Ya en camino el taxista hablaba rápido y buscaba convencernos de tomar otra decisión: “En Puerto Hondo salen buses para Flores que son más rápidos porque van directo, el María Elena es muy lento. Además salen durante todo el día”. Uno de nosotros preguntó “¿Y cuánto nos cobras desde aquí a Puerto Hondo?”, “350 quetzales, pero a ustedes se los voy a dejar en 300 ”. Puerto Hondo quedaba como a 40 minutos de Chiquimulas.
Pirámide en Tikal.
El taxi llegó por fin a “La Pradera”, pero el transporte María Elena (que a esta altura era como el Mary Celeste o el Holandés Errante) no está. “¿Qué hago, díganme qué hago?”, nos pregunta el taxista. Nos miramos con Martín, pasan unos segundos que parecen eternos mientras el María Elena sigue sin aparecer. ¿Se habría ido ya? ¿No habría llegado a La Pradera todavía? ¿Todo era un timo orquestado por la anciana y el muchacho de la agencia, conjuntamente con el taxista, para que este último se hiciera con una buena tajada de pisto (dinero en el lunfardo guatemalteco) si nos convencía de llevarnos a Puerto Hondo? A lo mejor a estas alturas, para no quedar varados en la ignota Chiquimulas, lejos de las agencias de transporte ubicadas en el centro, el taxi a Puerto Hondo era buena opción. Todo esto pasaba rápidamente por mi cabeza, que necesitaba tiempo para pensar el próximo paso. Especulaba. Por otra parte, Martín quería bajarse del taxi. Carburaba otra idea, aunque yo no sabía cuál. “¿Qué hago, qué hago?”, repetía el hombre, insistente. “¿Viste el shopping que hay allí?, me preguntó Martín. “Sí, ¿pero qué tiene que ver?, respondí. “Espera, ¿me dejas bajarme a preguntar algo?”, continuó. “Bueno, sí, dale”, concluí. Martín se bajó del taxi y cruzó la calle rumbo a la estación de servicio que lindaba con el shopping.
Paseo en tuc tuc por Panajachel.
El taxista apagó el motor y dijo, como resignado, “está bien, nos quedamos”. Luego, repentinamente lo volvió a encender, y dirigió el taxi al interior de la estación de servicio. Yo no iba a abandonar el taxi, porque no quería que el tipo se fuera, y Martín con su jugada de salir a preguntar e informarse sobre otras opciones, me había dado tiempo para evaluar nuestra situación. Pasaron unos minutos, o probablemente segundos que parecieron minutos, cuando del interior de la caseta de la estación salió un muchacho de gorra, dos muchachas y Martín. Una de las muchachas dijo “¡Ahí viene María Elena, ahí viene!”. El muchacho de gorra corrió a la calle para hacer señas al bus que venía. Me bajé del taxi, Martín se acercó y ambos sacamos las mochilas del auto. “¿Cuánto nos dijo que era hasta La Pradera?”, preguntamos. El semblante del hombre había cambiado, se veía apocado. “25”, respondió secamente. Pagamos y abordamos el destartalado María Elena que acababa de parquear (caliche salvadoreño) gracias a las señas del pistero.
Arco de Antigua Guatemala, una hermosa ciudad colonial.

Acomodados al fondo del bus, en el que iba muy poca gente, nos relajamos y nos aprontamos para un viaje de muchas horas en el que atravesaríamos Guatemala de sur a norte. Después del estrés de las corridas, las llamadas, la persecución en taxi soportando al insistente taxista que quería hacer más dinero, y la dudosa presencia en algún lado del María Elena, ya no nos importaba nada y simplemente nos tiramos en los asientos, nos sacamos el calzado y ventilamos no solo los pies, sino el alma.
La charla con la chica de Flores.


VENDEDORES.
Escribo con interrupciones en la computadora mientras estoy a bordo del bus de Transporte María Elena que nos lleva de Chiquimulas a Flores, en Petén. Por el pasillo irrumpen una decena de vendedores ofreciendo comida, aderezos y otras cosas. Las mujeres indígenas llevan las cestas en los brazos por sobre la cabeza. Amablemente declino sus ofertas. De pronto, dos de ellas me hablan directamente sin que me dé cuenta por estar mirando el monitor, y al percatarme de que intentaban comunicarse conmigo, me sobresalto ligeramente, sonrío y digo “no, muchas gracias”. Mi distracción produce un instante de risa entre los tres y se van sonrientes. Vuelvo a lo mío, y al cabo de un momento, Martín me hace gestos desde el asiento de enfrente señalándome la cantidad de vendedores que había. Mentalmente había intentado contarlos momentos antes, y me di cuenta de que a los dos, sin hablarnos durante el suceso, nos había impactado lo mismo.
Esperando el shuttle para Panajachel, en la madrugada de Antigua con el volcán de Agua detrás.

LO QUE PASA BAJO EL SOL DE PETÉN.
El tórrido sol de Petén nos muerde la piel mientras caminamos por las adoquinadas calles de Flores a las 3 de la tarde del martes 10 de julio. Francia acaba de eliminar a Bélgica en la semifinal de la copa del mundo, hecho que observamos en el interior de un restaurante local a orillas del lago donde anoche Martín estropeó su celular tras un resbalón que acabó mojando el aparato. El rescate de la chinela que andaba a la deriva en el lago, con la ayuda de una escoba que le solicité a un policía , fue la parte divertida de la anécdota.
Templo del Jaguar en Tikal.

Andando por la calle, un golpeteo continuo y frenético de dedos sobre algo que parecen botones o teclas sorprende a Martín, ambos volteamos a ver que desde el interior de una casa se ven niños o jóvenes usando máquinas de escribir. De pronto el sol se oculta y el cielo se llena de nubes, comienza a tronar y parece que pronto lloverá, aunque seguramente será una más de tantas lluvias tropicales, de esas que caen a raudales por breves ratos para luego dejar paso nuevamente al astro rey.
Los tucs tucs son los taxis de Flores y de Honduras, hoy nos subimos a uno para llegar hasta la terminal nueva de la ciudad, situada fuera de la isla en el cercano pueblo de Santa Elena. Compramos el boleto a Ciudad de Guatemala por 180 Q, y sobre las 7 de la tarde partiremos hacia la capital, para luego poner ruta rumbo a Panajachel en la orilla de Atitlán, uno de los lagos mayores de Centroamérica.

En Ciudad de Guatemala si uno enciende la tele o hablas con la gente, te da la sensación de que estás en un lugar muy peligroso. La inseguridad es grande.
Mientras llega ese momento matamos el tiempo sentados en la escalerita de la puerta del Hostel la Unión, nuestro alojamiento en Flores, en el que hicimos check out temprano. Yo escribo, Martín parece aburrido. Lo mata la quietud de no hacer nada.

Este mediodía, cuando retornábamos de la terminal, pasamos por el cartel de la isla, que reza “i love Petén”. Le tomaba fotos a Martín cuando apareció una chica adolescente. Noté que quería sacarse una foto y cuando terminé con Martín le dije que se sacara tranquila, cediéndole mi lugar para la foto. Me dio su celular hablando alguna cosa en tono bajito, y entendí que quería que le tomara la foto, lo que terminé haciendo de buena gana. Me preguntó de dónde era, le dije “de Uruguay”. Parecía complacida y me pidió tomarse una selfie conmigo.
Sigue tronando y los tucs tucs me pasan a un metro porque las veredas son muy estrechas. Acabo de comprar 17 banderas para cocer en mi mochila grande, a un precio de 398 Q (55 dólares). Pienso llenar mi mochila de banderas, me parece increíble pensar en cómo de niño me gustaban, las pintaba y aprendía, luego sus capitales, me metí a estudiar un profesorado de Geografía siendo tan tímido, y hoy viajo por los países. Mi vida es muy geográfica.

Puerta de Antigua, pero esta vez el volcán de Agua se deja ver. Era de mañana temprano, a la tarde la nubosidad lo cubriría.


ANTIGUA
Subo la terraza del hostel y lo veo, imponente y suntuoso. El Volcán de Fuego está ante mis ojos. Cónico y blanco en las partes altas de sus laderas, su palidez es el rastro del desastre de hace pocas semanas. Una erupción repentina sorprendió y apagó las vidas de más de 100 personas, desapareció a más de 200 y afectó la vida de más de 2 millones de seres humanos. La tragedia está muy fresca y el volcán aún está activo y amenaza la región. Como la mañana del 11 de julio me hallaba revisando la habitación del eventual hostel donde nos hospedaríamos, dejé la mochila con la cámara en manos de Martín, abajo en la recepción. Ahora es 12 de julio, estamos en Panajachel y mientras escucho una canción de AC/DC, pienso y dudo mucho de volver a tener la chance de verlo. Acá se nubla rápidamente el cielo y la visibilidad está condicionada durante buena parte del día.
Cuenta una leyenda que existe un viento del lago que sopla y se lleva los pecados de la gente que habita en los pueblos de sus orillas. Le llaman Xocomil.


EL LAGO DE ATITLÁN Y UN CAFÉ.
Las 5 de la madrugada del 12 de julio es el momento marcado. Salimos afuera y el cielo de Antigua nos regala un amanecer sin nubes. La silueta del apagado Volcán de Agua aparece detrás, contorneada en el horizonte, mientras Martín y yo aguardamos el shuttle que nos llevará al último destino del viaje: el lago de Atitlán.
Desayunamos unas galletas con cereales aunque extraño el mate. No hay posibilidad de conseguir agua caliente a esta hora. El shuttle llega pasadas las 6, nos montamos en él y empieza el camino a Panajachel, un poblado en la riberas del lago.
Voy sentado adelante, junto al conductor. El resto va detrás. Martín discute con el conductor por su ubicación en la combi, es que no hay mucho espacio. Tras un reacomodo de pasajeros, la situación se arregla y ya todos están sentados.Me duermo, necesito mate. El enésimo viaje no termina más, el día es hermoso y ansío ver el lago que miraba en fotos, anhelando estar allí. Parqueamos (estacionar en América Central) en una estación de servicio, bajo y me compro un café. ¡La solución! Dejo por fin el estado de somnolencia y me activo definitivamente.
El lago de Atitlán, que en nahuátl quiere decir "entre aguas".

El shuttle asciende y zigzaguea por la carretera, serpil. El cielo es límpido e identifico la silueta del Volcán San Pedro tras preguntarle al conductor por el nombre de esa montaña de volcánica apariencia.
Por fin, luego de unos minutos, el camino por el altiplano guatemalteco comienza a entrever un enorme cráter relleno de azules aguas: el lago aparece a la vista, vasto y azul, muy azul, como el Titicaca en su día. Es hermoso.

Cuando veo esta clase de lugares es cuando le encuentro el sentido a estar vivo, percibiendo que realmente estoy ocupando mi tiempo en algo de lo más valioso que para mi existe, como la aventura de conocer libremente.
Una teoría dice que el lago se formó por el ascenso de las montañas linderas, proceso que habría encerrado unos cursos de agua dando origen al gran lago guatemalteco.


CANSANCIO
Ha pasado casi todo el viaje y estamos cansados. El trajín ha sido intenso a lo largo de estos casi 20 días. Sentados en el patio del ABU hotel de Panajachel, bajo el ahora nublado cielo de Sololá, el cansancio se cincela en nuestras humanidades. Tras muchas horas de viajes interminables en bus, largas caminatas, persecuciones, de haber buscado Copán, de ascender volcanes y hacer cuentas matemáticas para que el dinero nos dé, de búsquedas de alojamientos online , es indisimulable el estrés acumulado en un viaje que siempre, bajo nuestra costumbre, es andar y no descansar.


Algunos dicen que un antiguo cráter volcánico se rellenó de agua formando el lago.

lunes, 17 de diciembre de 2018

El enredo de los Copán, la muerte feliz y otras curiosidades hondureñas.

VIAJANDO POR CENTROAMÉRICA - SEXTA PARTE (DESPEDIDA DE EL SALVADOR Y ENTRADA A HONDURAS; NOS PERDEMOS; CUESTIONES RELIGIOSAS Y DE VACAS; COMPARACIÓN DE COPÁN Y TIKAL).


EL ENREDO DE LOS COPÁN.
Abandonamos San Salvador a las 8 de la mañana del 7 de julio. Algo atribulado, me despedí de Juan Carlos, nuestro anfitrión, y tomamos un uber hasta la terminal Platinum Centrum por menos de 5 dólares americanos, moneda salvadoreña. Elsa, Idania y Juan Carlos nos encargaron en más de una oportunidad que tuviéramos cuidado en la frontera de El Salvador con Honduras, sitio de peligrosa reputación.
La foto falsa, porque en realidad pertenece a la frontera de Honduras con Guatemala. Me encontraba a punto de ingresas a tierras chapinas, abandonando las catrachas.

Una vez en bus, el trayecto nos llevó a Citalá, en la frontera con Honduras, en donde hicimos los trámites migratorios atendidos por funcionarios con mala cara, como es habitual en nuestros viajes. El entorno había cambiado a lo largo del camino. Afuera un manto selvático se cernía alrededor de la ruta, y de tanto en tanto aparecían precarias casitas de adobe y techo de paja. El ambiente en general no inspira confianza y me invade una sensación de inseguridad que se acrecentará con el transcurso de las horas hasta que lleguemos a Copán Ruinas. No compramos lempiras y es domingo, pero para nuestra fortuna conseguimos cambiar algunos dólares por la moneda local en una cafetería cerca de Santa Rosa de Copán, primer pueblo hondureño del viaje. Seguimos el peregrinaje y llegamos a "Copán Entrada", otro pueblo que tampoco es el Copán que buscamos, que es el sitio arqueológico maya. Nos bajamos del bus con la indicación de cruzar la calle y buscar un transporte a "Copán Ruinas". Bueno, el hecho es que pensamos que llegaríamos al mediodía al susodicho sitio arqueológico, y ya eran las tres de la tarde y habíamos pasado por dos Copanes distintos y ninguno era el que buscábamos. Ya no sabíamos a qué hora llegaríamos ni donde pasaríamos la noche. El entorno invitaba a imaginar desagradables posibilidades de respuesta.

Bien, caminamos una cuadra y media y nos abordaron unos tipos que estaban a metros de un viejo microbus que iba lleno de gente. No habíamos articulado palabra cuando uno de ellos hizo señas de que nos acercáramos, diciendo “¡vengan, vengan, vamos vamos!”. Yo no sabía para donde iban pero ellos parecían tener mucha seguridad de nuestro destino. Le pregunté “¿Van a Copán Ruinas?”. No hubo respuesta, el sujeto ya estaba montado sobre el techo del vehículo acomodando  equipajes y pidiendo nuestras mochilas. El otro sujeto balbuceó algo parecido a “sí”, y mientras permitía que ataran mi mochila en el techo, le pregunté si había lugar. Me contestó afirmativamente y tras averiguar el monto del pasaje al tercer destino con nombre de Copán, que esperábamos fervientemente que fuera nuestro Copán, nos subimos. No había lugar. Fui para atrás pechando a la gente y pidiéndoles disculpas, miré para todos lados y entre el apretuje y el intenso calor comencé a perder la paciencia rápidamente. En el fondo y al medio, había un pequeño hueco sobre el extremo del asiento largo en el que ya iban sentadas 4 personas. Intenté sentarme pero fue muy difícil, era demasiado pequeño el espacio y tenía más de la mitad del trasero fuera del asiento. Miré a Martín, me observaba. Él iba parado. Me levanté y fui hacia donde estaban los sujetos. Encaré al guarda: "nos vamos, me mentiste, no hay lugar", le espeté. Él insistía en que no era así y que había sitio. Discutimos, yo estaba realmente molesto. Al final la gente intercedió para templar mis iracundos ánimos: "Ey, es verdad, mira que ahora en unos minutos yo me bajo", me dijo alguien. Vi rostros de asentimiento en otras personas y empecé a calmarme. Volví a mi lugar en el fondo y al cabo de un rato, en efecto quedaron lugares libres y nos acomodamos mejor.
Cancha de pelota en Copán.


FUNERARIA RESURRECCIÓN, CAPILLA Y FUNERARIA LÁZARO ,Y LA MÚSICA CRISTIANA DE LA MINI BAN DONDE VIMOS LAS VACAS.
Los países centroamericanos son muy católicos, incluso al punto de que uno de ellos lleva el nombre de su patrón: El Salvador del Mundo.
En uno de los tantos pueblitos establecidos a lo largo de la ruta hacia Copán, observamos el curioso nombre “Funeraria Resurrección”, y luego, ya en la frontera de Honduras y Guatemala, vimos la capilla y funeraria “Lázaro”. Realmente en Centroamérica hallan la forma de promover un halo de luz aún en el momento del dolor de la pérdida de un ser querido. Casi que me dan ganas de morirme con este mensaje de esperanza presente en la nomenclatura bíblica de las casas mortuorias.
Muchachitos descalzos juegan a la pelota en una canchita algo pelada por las pisadas bajo el sol tropical. Suena UB40 por el parlante del micro que conecta el trayecto Copán Entrada-Copán Ruinas. Todo parece volver a nuestros uruguayos parámetros de normalidad. Los ingleses ensayan su reggae pegadizo logrando que los constantes cortes del tránsito por la tarea de ampliación de la ruta dejen de ser tan molestos. De pronto aparecen unas vacas en el camino polvoriento, van a la par nuestra y se escucha por la radio una voz que, tras una cortina musical que parece de una canción como cualquier otra, recita“Oh, no puede ser...ya no está... ¡Jesús resucitó!”, y la canción continúa con letra relacionada a la resurrección de Jesús, interrumpida por estas alocuciones recitadas que me hacen recordar a los arrebatos musicales de “El Delfín” o la “Tigresa de Oriente”.
Estela en Copán.

El maratónico camino Santa Rosa de Copán - Copán Entrada - Copán Ruinas vuelve a interrumpirse por una nueva trabazón (en caliche salvadoreño) del tráfico mientras suenan canciones religiosas similares a la descrita y solo quiero meterme bajo tierra sin que alguien venga a decirme “Levántate y anda”, como al tal del Lázaro. Miradas cómplices sin mediar palabras con Martín, parecen develar que albergamos un sentir similar.
Al final, luego de un interminable periplo llegamos a "Copán Ruinas", el pueblo cercano al complejo arqueológico maya de nombre Copán. Copán Ruinas es el primer sitio turístico que conocemos en Honduras, país donde la sensación de vivir una aventura se incrementaría hasta el final del viaje por tierras guatemaltecas.

Calle del pueblo Copán Ruinas, a escasos kilómetros del sitio arqueológico.

RUINAS DE COPÁN Y COMPARACIÓN CON TIKAL EN GUATEMALA..
Tikal es grande y suntuoso, pero más espléndida me parece por momentos la vegetación que la envuelve, o la que arrebuja Copán en Honduras. Más que las perfectas, detalladas y cuasi perennes estructuras mayas, me sorprende el entorno y el exhuberante manto verde que lo cubre todo alrededor y que en ocasiones se mete entre las piedras de las ruinas, ciñéndole su vestido.
La famosa escalinata jeroglífica de Copán.

¿Qué es igual hoy, que hace 1000 años en Copán o Tikal? Los centenarios edificios mayas están bien conservados en general, pero el deterioro es evidente. En cambio, me siento un maya caminando por los senderos entre la densa vegetación, escuchando los sonidos de los animales que no veo pero están allí, o viendo las formas de las montañas cercanas.
Guara Roja.

Las piedras sufren la erosión y el esplendor de ese pasado arquitectónico hoy es oropel, por lo que me resulta difícil sentirme dentro del mundo maya viendo el templo del Jaguar. Pero a la vegetación selvática la veo, escucho  y huelo como la veían, escuchaban y olían los mayas siglos atrás, cuando poblaban este lugar.
Martín me dice que lo veo muy geográfico y creo que tiene razón. Desde una visión histórica-cultural (para un aficionado sin conocimientos profundos de arte ni de historia maya) el legado de un sitio y otro es claro. Copán entrega una arquitectura llena de detalles, de trazo fino y delicadas figuras que el dios Cronos aún no consigue borrar del todo, lo que realza aún más la delicada belleza de la obra de aquellos antiguos mayas que escribieron su historia en esas piedras talladas.
Tikal en cambio, resalta por la imponencia de sus pirámides y templos. Es el tamaño lo que engrandece literalmente la obra maya del norte guatemalteco, en el corazón de Petén.
Estela de 18 Conejo.

martes, 6 de noviembre de 2018

Entre lagos, volcanes y tumbas.

 VIAJANDO POR CENTROAMÉRICA - QUINTA PARTE
(VOLCÁN DE SANTA ANA, LAGO DE COATEPEQUE, VOLCÁN IZALCO, CERRO VERDE Y SAN SALVADOR)
¿SE PUEDE EXPLICAR UN VIAJE Y LAS SENSACIONES QUE TE DEJA?
El sol asciende velozmente por el firmamento mientras caminamos por la ladera del volcán más alto de El Salvador, llamado Ilamatepec, o también Volcán de Santa Ana. Nada me prepararía para la imagen que registraría al llegar a la cúspide.
Volcán Izalco.

De antemano sabía que el "pulgarcito" latinoamericano tenía lugares bonitos, pero llegar y verlos fue muy diferente a leer, escuchar o ver fotos en internet sobre sus entornos. En El Salvador acabé de entender con claridad, por vivirlo, que las fotos no alcanzan a captar en toda su dimensión la espectacularidad de los ambientes.
Coatepeque viene del náhuatl y quiere decir "Cerro de la Serpiente". El lago está asentado en un antiguo cráter volcánico.

Lago de Coatepeque.
Tampoco bastarán las palabras escritas en este blog. Mientras redacto estas líneas, recuerdo algo que me dijo Elena, una chica italiana que conocí en Cusco: "los viajes no se pueden contar porque no hay palabras que describan las sensaciones que te dejan, por eso mucho de lo que vives no se puede explicar, y los demás no entenderán por más que se los cuentes". Tenía razón. A pesar de eso, vale el ejercicio de intentarlo, no solo para procurar llevarle a los demás un fragmento de la belleza del mundo allende las fronteras de nuestro lugar, sino para dejar un registro propio, una memoria escrita de lo vivido. Como siempre digo, me gusta escribir porque un día, dentro de mucho tiempo, puede que no recuerde.
Una de las mejores vistas de mi vida.


LA VISTA DEL PARAÍSO.
Mi nariz se impregna de olor a azufre mientras mi vista se deleita apreciando el paisaje que se abre tras la cuesta por la que subo. El azufre viene en oleadas desde arriba, del cráter del volcán cuyo cono voy ascendiendo. Lejos, allá abajo, se abre una verde llanura en donde veo un hermoso lago, tan azul como el cielo que me regala el día. Las pocas nubes que lo salpican no empañan el cuadro. A la derecha del lago hay un cerro verde, y pegado un volcán: el Izalco. Es un cono perfecto y no tiene vegetación, seña inequívoca de su carácter activo. Más tarde descubriría que se trata de un volcán joven, y efectivamente, muy despierto.
Vista de la llanura y del lago, subiendo por el volcán.

Seguimos subiendo, cada tanto paramos para apreciar la vista y tomar alguna foto o aguardar a alguien rezagado. Nuestro pequeño subgrupo está integrado por Martín, Silvia -nuestra simpática guía- y yo. Me siento estupendamente y subo a buen ritmo, cada paso vale la pena y cualquier atisbo de fatiga es mitigado por el impensado regalo de la naturaleza que tengo a mi alrededor.

Con Martín y Silvia a orillas del lago de Coatepeque.
Pienso que para esto viajo, para descubrir por mi mismo esta clase de sitios menos promocionados por el turismo internacional. El Salvador no estaba entre los destinos centroamericanos que en lo previo me generaban mayores expectativas, sin embargo me sorprende extasiando mis sentidos.
Por fin llego arriba y miro el paisaje en su totalidad: estoy parado al borde de un enorme cráter volcánico con una laguna de azufre en el fondo. Es mucho mayor de lo que me parecía en fotos.

Sentado viendo hacia el cráter. La bandera uruguaya en mi mochila dice presente.
Al otro lado está el paisaje ya descrito del lago, el cerro y el volcán sobre la extensa llanura verde. Un día como el de hoy, disfruto de estar aquí, y me acuerdo del Lago Titicaca o del Volcán Chimborazo, sintiéndome privilegiado por tener la posibilidad de vivir desde adentro estas maravillas naturales.
Cráter del volcán Ilamatepec.


Parado al borde del cráter. Hay caída a ambos lados, una pronunciada hasta el fondo de la caldera, la otra en suave declive hacia el valle donde está el lago y el volcán Izalco.



MONSEÑOR ROMERO, EL KILÓMETRO CERO Y LA ESENCIA DEL CENTRO DE SAN SALVADOR.
"Romero" es un apellido que de niño retuve por más de una causa. Entre ellas, una cinematográfica. En  mi niñez, el antiguo videoclub de mi padre contaba entre sus innumerables películas, con el film "Romero", de 1989, protagonizado por el extinto Raúl Juliá. Jamás la ví, aunque había leído su sinopsis en la parte de atrás. Retuve palabras y nombres: "sacerdote", "El Salvador", "mártir". Con el tiempo fui adquiriendo lógicamente la capacidad de desarrollar pensamientos más profundos y de establecer asociaciones; comencé a entender.
Catedral de San Salvador. En su interior está la cripta de monseñor.

Ahora, a mis 33 años, piso San Salvador, y el nombre de este obispo recientemente devenido en santo está por todas partes, desde el aeropuerto hasta los muros de las casas por las calles de la ciudad. Monseñor Arnulfo Romero abogó por la paz en un país convulsionado por la guerra civil en las décadas del 70 y 80, defendiendo los derechos de los desfavorecidos. Esto le granjeó enemigos y finalmente fue asesinado por defender lo que a su juicio era una causa justa. En un país fuertemente católico, la figura y el legado de este sacerdote trascendió con gran vigor, llegando hasta el mismo Vaticano, lo que desencadenó su beatificación y reciente canonización.
En la Catedral Metropolitana del centro de la ciudad está el mausoleo de Monseñor Romero, venerado con frecuencia por cientos de personas que se acercan hasta el lugar de su descanso.
Tumba de monseñor Arnulfo Romero.




La iglesia del Rosario también está en el centro y cuenta con un diseño arquitectónico inusual para esta clase de edificaciones: es semicircular. Vale la pena ingresar a la iglesia para apreciar los haces de luces de colores que se introducen por los cristales de las paredes y el techo. ¡Es bellísima!
Interior de la Iglesia del Rosario.





El centro de San Salvador es el núcleo de la vida capitalina, una ciudad que encuentra allí su nodo principal, en donde ves gente de todo tipo colmando los mercaditos de las ferias callejeras. El pueblo se reúne en este lugar y noto algo intranquilos a Idania y Juan Carlos. Hasta aquí, no nos habíamos mezclado con mucha gente en El Salvador, y seguramente temen por nuestra seguridad. Se empeñan siempre en que nuestras sensaciones aquí sean las mejores, y parecen querer que nos vayamos de su país con una óptima imagen. Caminamos por las calles céntricas penetrando en las iglesias, plazas y cafeterías, y nos tomamos una foto en el círculo que simboliza el kilómetro 0 de la ciudad. Lo hacemos con apremio, porque el tránsito es ajetreado.
Kilómetro 0 de la ciudad.
Cierro esta nota con un pensamiento repentino que me invade: si de verdad existió un jardín del Edén, un paraíso o una tierra prometida, perfectamente pudo ser en este país de eclesiástico nombre: El Salvador (del mundo).

domingo, 14 de octubre de 2018

Agua de coco y un cartel.

VIAJANDO POR CENTROAMÉRICA - CUARTA PARTE 
(SAN SALVADOR E INMEDIACIONES)

En Cervecería Cadejo con Idania, Juan Carlos y Martín.

AGUA DE COCO Y UN CARTEL
Tener amigos de otras partes del mundo puede abrirte puertas inesperadas. Si no hubiese conocido a Elsy y a Stefany en San Carlos (donde vivo), no habría conocido a Juan Carlos, Elsa e Idania, pilares en nuestra estadía por el pulgarcito centroamericano.
Juan Carlos y Elsa, hijo y madre, nos esperaron en el Aeropuerto Monseñor Romero de la capital. A la salida, Elsa portaba un cartel impreso con mi nombre, por si acaso. Es que jamás nos habíamos visto, y con Juan Carlos había compartido unas horas en un boliche nocturno carolino meses atrás. Nos trasladaron desde el aeropuerto a nuestro hotel de 8 dólares por persona en una habitación compartida, ingresaron con nosotros al alojamiento y no se fueron hasta cerciorarse de que todo andaba bien. Ah, me olvidaba, en el trayecto que va de la terminal aérea al hotel se detuvieron en un puestito de la ruta para comprarnos agua de coco a cada uno de los dos. ¿Se puede igualar semejante gesta desinteresada de recibimiento y atención para con dos desconocidos? Me resulta difícil de imaginar. En un país con una reputación manchada por sucesos tristes, con la llaga del estigma que los medios se encargan de profundizar cada vez que pueden cuando hablan de El Salvador, me sentí en mi casa desde el primer momento.
Volando en la aerolínea "Volaris" sobre territorio salvadoreño.


VIVIENDO UNOS DÍAS COMO SALVADOREÑO
Luego de una noche en el hostel, Juan Carlos, padre de Stefany y hermano mayor de Elsy, nos recibió en su casa, nuestro cuartel general por tres días. En la casa de la niñez de mi amiga Elsy estuvimos desde miércoles a sábado inclusive, antes de abandonarlos la mañana del domingo 8 de julio para continuar nuestra ruta hacia Honduras.
Recorrimos en auto buena parte de San Salvador, observando sus magníficas vistas desde lo alto de los verdes cerros que la rodean, probamos pupusas, conchas, aderezándolos con chile, jalapeño, y más. Debo decir que las pupusas merecen un lugar exclusivo en el blog para referirme a ellas, por lo que no diré más aquí. Si la variedad de chile que probé me hizo arder la garganta, ni les cuento lo que me generó el jalapeño...
De todos modos, durante este viaje me encontré abierto a probar las exquisiteces locales, asi que no solo pedí probar más a pesar de la quemazón, sino que aguanté con estoicicidad el reguero de fuego que corría mi garganta.

Atardecer en el océano Pacífico en las proximidades de El Tunco.
EL TOUR DE LA BEBIDA Y LAS LEYENDAS.
Verdes, rojas, con vino, cuentan leyendas urbanas, rubias...no quedó cerveza para probar con los cerotes Idania y, fundamentalmente, Juan Carlos.
En la cervecería "Cadejo" en las afueras de San Salvador, supe de la leyenda de este perro mítico, representación de la dualidad. Cuenta una de las versiones más extendidas de la leyenda, que el Cadejo es un perro negro infernal que se le aparece por las noches a quienes hacen el mal, teniendo el poder de atacarlos y llevarlos consigo. A veces la versión incorpora un perro blanco, la encarnación del bien. Este último es un perro protector de las almas bondadosas, que en ocasiones se traba en lucha con el Cadejo Negro, venciéndolo y librando a la persona de su amenaza malvada.
Si la historia del Cadejo te produce un estremecimiento, la de la Siguanaba puede ser incluso peor. Esta entidad luce como una mujer de hermoso aspecto que suele aparecérsele a los infieles que se adentran en el mundo de la noche y deambulan por los bares, habituales presas de la borrachera. La Siguanaba, sensual y de pronunciadas curvas, está de espaldas, generalmente cerca de un río o lago, siempre al borde del camino. El desprevenido se acerca atraído por su silueta femenina, y en el instante en el que se encuentra a escasos centímetros de la grácil figura, la Siguanaba voltea para mostrarse tal cual es: una criatura con cara de caballo y senos caídos hasta el piso. El infiel muere del susto o pierde la cordura para siempre.
Mi amiga Silvia me contó detalles de esta última historia (que había conocido previamente en mis cursos de centroamericanismos con Idania y Juan Carlos), y me guardó unos presentes: un pequeña muñequita de la Siguanaba, y otro del Cipitío, un hombrecito con poderes mágicos que también es parte del folklore popular centroamericano. Lastimosamente el tiempo no alcanzó para que me los diera en persona, pero quedamos en que me los va a guardar para entregármelos en un futuro reencuentro.
Vista de la capital del país, San Salvador. El país y su ciudad más importante, llevan el nombre de su santo patrono "El Salvador del Mundo".


VIAJE DE DOS, ADIÓS BRIAN.
Brian tiene unas vacaciones más cortas y emprende el regreso a Uruguay desde San José, la capital tica. Inicialmente tenía pensado regresar desde Managua, pero el estallido de violencia en Nicaragua le hizo reemitir su boleto de retorno, por lo que finalmente volverá a Uruguay desde Costa Rica.
Martín y yo nos levantamos temprano, desayunamos, dejamos a nuestro amigo y tomamos las mochilas para emprender viaje al aeropuerto: San Salvador nos esperaba. Con pena, la realidad de Nicaragua afecta nuestra travesía centroamericana y deberemos saltar este bello país por el aire. No podremos conocerlo en esta oportunidad.
El tour de la cerveza me llevó por incontables lugares en este pequeño país lleno de sorpresas. Creo que aquí estoy en Starbucks, pero no puedo confirmarlo...


MÁGICO, EL FAS, LA SELECTA Y LA CELESTE
El Salvador es la patria del gran Jorge"Mágico" González, el más grande futbolista que diera el país y que supiera vestir la blusa del Cádiz de España, como también la camiseta (o "camisola" como dicen en Guatemala) de su selección en el Mundial celebrado en aquel país en 1982, última participación cuscatleca en una copa del mundo. Mágico vive aquí en San Salvador, y uno de los principales estadios de la ciudad lleva su nombre. Me cuentan que es un tipo muy sencillo que suele esquivar los flashes y las luces de las cámaras. En ocasiones se lo espera para celebrar su cumpleaños con un picado informal, y hasta último momento no se sabe realmente si el hombre va a aparecer.
Acá en El Salvador, como en el resto de esta región del mundo, a la gente le encanta el fútbol. La fiebre mundialista por el certamen de Rusia 2018 se apodera de los locales, que llenan los parqueos para acodarse con entusiasmo en la barra de un bar o restaurante para ver los partidos. En casa de Juan Carlos estamos a la espera del cruce de Uruguay ante Francia, y  hacemos previa con el "cerote", que pone videos de "Mágico" González y de la histórica eliminatoria que depositó al país en su última cita mundialista hace casi 40 años. La nostalgia es evidente, pero hasta por ahí nomás, porque el 82 también arrojó un dato triste en lo deportivo para este golpeado país: sufrieron la peor goleada en la historia de los mundiales ante los húngaros, al caer por 10 a 1. Juan Carlos me contaba que cuando Inglaterra le metió el sexto tanto a los panameños allá en Rusia, un velado entusiasmo se hizo evidente en él: quizá perderían el triste récord. Pero al final, el score inglés se quedó en 6, y habrá que esperar más tiempo para perder este -in-olvidable registro para los salvadoreños.
En el puerto de la ciudad.


TRES BOCINAZOS
Andamos mucho en auto o camioneta con Juan Carlos e Idania, nuestros padrinos en El Salvador. Son nuestros guías turísticos y culinarios, además de anfitriones en el caso del primero de los mencionados. En una de las tantas recorridas por las calles de San Salvador y alrededores, notamos lo caótico que puede ser el tráfico local, y nos explican que si un conductor da tres bocinazos, es sinónimo de pelea en puerta, o incluso algo peor. Te está insultando y muy enojado. Pienso que para manejar por las rutas salvadoreñas realmente hay que armarse de una dosis impresionante de paciencia, por lo que la perspectiva de que alguien que conduce otro vehículo, toque tres veces su bocina, se me antoja como algo verdaderamente peligroso, porque ese "alguien" debe estar realmente muy, pero muy enojado, y su reacción puede llegar a ser extrema.
Lago de Coatepeque, una joya de la naturaleza.

CALICHE ¿¡QUÉ PUTAS ES ESO!?
En El Salvador ser un pajero es ser un mentiroso, y un vergazo es darse un golpe tremendo. ¡Me di de vergas contra Juana! es chocar con ella, y no otra cosa, aunque ud piense mal.
Hablo del caliche, un curioso, divertido y riquísimo dialecto local. En un momento me reía, porque en El Salvador al sexo casual se le llama "pisar", los lomos de burro son "túmulos", mientras que en Panamá la gente los nombra como "policía muerto" o "policía acostado". Cuando uní "pisar un policía muerto", hablaba de practicar necrofilia, y no de hacer literalmente lo que dice la expresión.
Si vas a estacionar el auto, quieres parquear.
Si buscas un salvadoreño en el mundo te recomiendo hacer tres chistidos, es decir hacer “chhiiist, chist, chisstt”. Si alguien se da vuelta y te mira, ¡has encontrado un salvadoreño!

martes, 18 de septiembre de 2018

Arrastrado por la corriente.

ARRASTRADO POR LA CORRIENTE

Rafting en Costa Rica.

VIAJANDO POR CENTROAMÉRICA CAPÍTULO 3 (Bocas del Toro/Fortuna de San Carlos).

-¡Mario, no sabe nadar! ¡Mario, se ahoga!
- .....
Miradas de perplejidad oteaban un cuerpo amarillo inmóvil mientras iba corriente abajo arrastrado por el río. Era yo por supuesto. En un paréntesis del rafting, mientras tomábamos una cerveza recreacional, habíamos divisado una cuerda que pendía de un árbol sobre la vera opuesta del río.
Brian y Martín querían subirse a la cuerda y tirarse al agua desde allí. Lo habían hecho en la mañana en otro lugar mientras me tomaba un cóctel en  el hostel compartiendo el instante con un hindú y el barman costarricense del lugar. Ahora mis amigos me invitaron y asentí. Me pareció que podría llegar al otro extremo caminando y me lancé al agua primero. Empecé a caminar sin problema pero llegando al medio del río comencé a perder pie y la corriente me empujó. No sabía nadar pero tenía un chaleco salvavidas amarillo, así que conservé la calma y esperé a poder poner pie. Me alejé varios metros corriente abajo y escuché los gritos notando la aparición de algunas miradas de preocupación en mis amigos y los guías. Martín se lanzó al agua  y nadó pero finalmente me alejé más rápido. Se encendió una señal de alarma en mi y empecé a bracear, procurando acompañar el movimiento  con mis pies, pero lo hacia contracorriente y fue inútil, seguí alejándome. Finalmente empecé  a bracear perpendicular en dirección a la vera dónde estaban los demás, y al cabo de unos segundos puse un pie en el suelo, luego el otro, y con un poco de vergüenza, derrotado, caminé trastabillando por las piedras mojadas hasta llegar donde los otros. Hubo alivio, risas y se gestaron las bromas de Martín y Brian, que sí saben nadar, llegaron al otro lado y se arrojaron de la cuerda al agua.
La complejidad de nuestro río era de nivel 2 y por momentos de 3, en una escala que va hasta el 5 en ríos que son remontados por profesionales del rafting como nuestro guía. Lo más seguro es que, de no conseguir dar pie en el tramo que lo logré, más adelante lo hubiese hecho de una u otra forma, además estaba protegido por el casco y el chaleco, pero el susto del momento se vive de todos modos.

Cruzando a pie la frontera entre Panamá y Costa Rica en Sixaola.

EL COMPLOT DE LAS NUBES MATA EL PLAN ARENAL.
En la Fortuna de San Carlos la visibilidad estaba disminuida. Más allá de los monumentos y caseríos del pueblo, poco podía verse debido a la gigantesca acumulación de nubes que se cernía como un manto blanco sobre las montañas linderas, entre ellas el imponente Volcán Arenal. Había muchos tours ofrecidos por múltiples agencias, pero el del volcán no prometía la mejor apreciación del lugar, así que luego de consultar en distintos sitios nos decidimos por hacer rafting y cerrar el día en el centro de aguas termales de Kalimbú. De este último destino no hay fotos, pues era de noche en unas maravillosas termas poco iluminadas y nos pasamos tirándonos en gomones por altos toboganes pasando de lo más divertido.


LA CALIDEZ TICA
Si algo aprendí de viajar, es que cada país tiene gente amable que está dispuesta a ayudarte si lo necesitas. Sin embargo, entre los países visitados hasta aquí, Costa Rica se distingue por la calidez de su gente. El “Pura Vida” es mucho más que un simple slogan turístico, significa un “hola”, un “hasta luego”, y un “suerte, que te vaya muy bien”. Resume una filosofía que pregona devotamente el valor de la vida relajada, la energía positiva, el buen humor y la simpatía constante. Todos sonríen y saludan con el “Pura vida” que se nos termina pegando a los tres, que recibimos esas buenas vibraciones y las devolvemos con más sonrisas y amabilidad. La gente tica es dueña de un inigualable carisma.
En nuestro interminable peregrinaje que nos llevara de Bocas del Toro a La Fortuna, pasando por San José, los tres nos sentimos vedettes del bus que nos transportaba. Sentados en el piso por falta de lugares, con el termo y el mate y nuestro acento extranjero en medio de tanto tico, llamamos inevitablemente la atención. Se terminó gestando una ronda de mates, entre caras de curiosidad y repugnancia, coronadas siempre con risas y buena onda. Un momento mágico sin duda.
El interior de nuestro hostel.


LA CELESTE Y LA BAMBA EN "LOS AMIGOS".
El bar y restaurante Los Amigos es un rincón singular del pequeño enclave de Santa Elena. El lugar sufre una metamorfosis notable del día a la noche. Mientras la luz del astro rey baña las laderas de las montañas cercanas, del bosque nublado y del pueblo de Santa Elena, el bar Los Amigos es un amplio salón  de dos plantas, con una barra de tragos enorme, heladeras con todo tipo de bebidas y televisores de plasma.
Al mediodía de nuestra primer jornada en Monteverde los tres vemos a puro grito las alternativas del Uruguay – Portugal hasta que la afonía se apodera de nosotros, porque la Celeste es la Celeste que todos conocemos, y jugando compacta y solidaria, aguanta y pega con fuerza para despachar a Cristiano Ronaldo y cía de la Copa del Mundo. Es el boxeador recio que recibe castigo, está perdiendo por puntos, pero resiste contra las cuerdas analizando el momento preciso para asestar el golpe de nockaut. La gente del bar, que en buena medida estaba con Uruguay, celebra. Algunos nos felicitan. Un señor austríaco dice en perfecto español :“Estoy contento, Portugal no iba a poder con Francia, pero Uruguay sí puede. Tiene mucho corazón”. Cuando habla del corazón uruguayo, abre sus ojos como para reforzar esa analogía entre lo que entrega la Celeste en la cancha, y la importancia de ese órgano vital que posibilita la vida.
A la noche el lugar muta de piel como las serpientes del herpetario, convirtiéndose en discoteca. Seguimos celebrando el triunfo compatriota entre cervezas y risas, mientras suena la popularísima "La Bamba".
Rana venenosa verdinegra, de 4.3 cm.


BUNGEE 1 – FABIO 0, Y AL FOSO DE LAS SERPIENTES.
Dos días en el bosque nublado tico en Santa Elena de Monteverde, y al final de cuentas no me animo a hacer el bungee extremo. Martín y Brian se toman un bus para ir a caminar por el bosque nublado mientras yo decido finalmente visitar el herpetario de Santa Elena, descartando al final la posibilidad de hacer bungee jumping. Estuve meses evalúandolo, sintiendo crecer las ganas de hacerlo, pero llegado el momento, la instancia me supera. Por ahora perdí el primer round, y bien.
Luego de beberme un reanimante café expreso en mi compañía, me dirigí al herpetario con la ilusión de ver la víbora de terciopelo. Para mi fortuna estaba abierto al público, pagué la entrada e ingresé. Averigué dónde estaban las serpientes venosas y dejé su apartado para el final. Vi ranas venenosas, serpientes y tarántulas, y entre todo este bicherío, debo decir que me sorprendieron especialmente las ranas: son diminutas; algunas especies realmente son muy pequeñas y me asombra percibir que algo tan pequeñito pueda generar tanto daño.

La belicosa y sumamente venenosa víbora de Terciopelo.

PAÍS VERDE Y DE DIFÍCIL CIRCULACIÓN
Las carreteras forman interminables filas de vehículos que retrasan y enlentecen la circulación. Son estrechas y en dos sentidos por lo que el margen de maniobra es reducido, lo que hace que el tránsito por las rutas de acceso a las principales ciudades del país sea demasíado lento por momentos. De todos modos existen obras para ampliar las carreteras, algo que el simpático chofer del bus que nos lleva de San José a La Fortuna define como “urgente y necesario”.
Por otro lado, es impresionante el verde de este país, todo está recubierto de una densa vegetación que luce verdaderamente impenetrable. Hablamos sobre esto con los muchachos y escucho a Martín reflexionar en voz alta si no será la vegetación la causa de lo reducido de las carreteras. Al ser un país que realmente valora, como pocos, su patrimonio natural, no sería extraño que por esa razón decidieran impactar mínimamente sus ecosistemas.
Carretera costarricense bordeada por la selva.