SÉPTIMA Y ÚLTIMA PARTE - GUATEMALA.
Chiquimulas, Guatemala, 8 de julio de 2018. 15.01 pm.
Corremos con nuestras mochilas por callecitas atestadas de gente hacia la agencia de buses que llevan al norte, a Flores en Petén Itzá. Acabábamos de descender del transporte que nos trajo desde "Copán Ruinas", en Honduras, al sur guatemalteco. El guarda de la minivan que nos había prometido llevarnos al lugar para tomar el bus desapareció en la feria, incumpliendo nuestro acuerdo de palabra, por lo que hablamos con el conductor para saber la ubicación de la agencia a la que debíamos dirigirnos para tomar el último bus del día rumbo a Flores, marcado para las 15 horas. Es a dos cuadras. El reloj señala las 15.01; hay que correr. El conductor sube rápido al techo de la minivan y nos arroja desde allí las mochilas grandes. Agradecemos y comienza la carrera, la indicación del chofer es clara: una cuadra derecho, otra más a la izquierda, y ahí estará la agencia de buses María Elena, para Petén. Llegamos, el bus no está. En eso nos aborda un muchacho preguntando a dónde vamos, “Flores” oye como respuesta. Todo pasa muy rápido luego. Una anciana sentada en una silla tras el mostrador de la agencia balbucea algunas cosas ininteligibles, el muchacho llama por teléfono, cuelga y nos dice que lo sigamos afuera, ya en la calle aparece un taxista ansioso por ganarse quetzales y 1 minuto después, perseguimos el fugitivo transporte María Elena a bordo del taxi. El bus María Elena ya había partido, pero tras el llamado telefónico del joven agenciero, se acordó que nos esperaría en un punto en las afueras de la ciudad llamado “La Pradera”, sitio por el que el taxista nos cobraría 25 quetzales. Ya en camino el taxista hablaba rápido y buscaba convencernos de tomar otra decisión: “En Puerto Hondo salen buses para Flores que son más rápidos porque van directo, el María Elena es muy lento. Además salen durante todo el día”. Uno de nosotros preguntó “¿Y cuánto nos cobras desde aquí a Puerto Hondo?”, “350 quetzales, pero a ustedes se los voy a dejar en 300 ”. Puerto Hondo quedaba como a 40 minutos de Chiquimulas.
Pirámide en Tikal. |
Paseo en tuc tuc por Panajachel. |
Arco de Antigua Guatemala, una hermosa ciudad colonial. |
Acomodados al fondo del bus, en el que iba muy poca gente, nos relajamos y nos aprontamos para un viaje de muchas horas en el que atravesaríamos Guatemala de sur a norte. Después del estrés de las corridas, las llamadas, la persecución en taxi soportando al insistente taxista que quería hacer más dinero, y la dudosa presencia en algún lado del María Elena, ya no nos importaba nada y simplemente nos tiramos en los asientos, nos sacamos el calzado y ventilamos no solo los pies, sino el alma.
La charla con la chica de Flores. |
VENDEDORES.
Escribo con interrupciones en la computadora mientras estoy a bordo del bus de Transporte María Elena que nos lleva de Chiquimulas a Flores, en Petén. Por el pasillo irrumpen una decena de vendedores ofreciendo comida, aderezos y otras cosas. Las mujeres indígenas llevan las cestas en los brazos por sobre la cabeza. Amablemente declino sus ofertas. De pronto, dos de ellas me hablan directamente sin que me dé cuenta por estar mirando el monitor, y al percatarme de que intentaban comunicarse conmigo, me sobresalto ligeramente, sonrío y digo “no, muchas gracias”. Mi distracción produce un instante de risa entre los tres y se van sonrientes. Vuelvo a lo mío, y al cabo de un momento, Martín me hace gestos desde el asiento de enfrente señalándome la cantidad de vendedores que había. Mentalmente había intentado contarlos momentos antes, y me di cuenta de que a los dos, sin hablarnos durante el suceso, nos había impactado lo mismo.
Esperando el shuttle para Panajachel, en la madrugada de Antigua con el volcán de Agua detrás. |
LO QUE PASA BAJO EL SOL DE PETÉN.
El tórrido sol de Petén nos muerde la piel mientras caminamos por las adoquinadas calles de Flores a las 3 de la tarde del martes 10 de julio. Francia acaba de eliminar a Bélgica en la semifinal de la copa del mundo, hecho que observamos en el interior de un restaurante local a orillas del lago donde anoche Martín estropeó su celular tras un resbalón que acabó mojando el aparato. El rescate de la chinela que andaba a la deriva en el lago, con la ayuda de una escoba que le solicité a un policía , fue la parte divertida de la anécdota.
Templo del Jaguar en Tikal. |
Andando por la calle, un golpeteo continuo y frenético de dedos sobre algo que parecen botones o teclas sorprende a Martín, ambos volteamos a ver que desde el interior de una casa se ven niños o jóvenes usando máquinas de escribir. De pronto el sol se oculta y el cielo se llena de nubes, comienza a tronar y parece que pronto lloverá, aunque seguramente será una más de tantas lluvias tropicales, de esas que caen a raudales por breves ratos para luego dejar paso nuevamente al astro rey.
Los tucs tucs son los taxis de Flores y de Honduras, hoy nos subimos a uno para llegar hasta la terminal nueva de la ciudad, situada fuera de la isla en el cercano pueblo de Santa Elena. Compramos el boleto a Ciudad de Guatemala por 180 Q, y sobre las 7 de la tarde partiremos hacia la capital, para luego poner ruta rumbo a Panajachel en la orilla de Atitlán, uno de los lagos mayores de Centroamérica.
En Ciudad de Guatemala si uno enciende la tele o hablas con la gente, te da la sensación de que estás en un lugar muy peligroso. La inseguridad es grande. |
Este mediodía, cuando retornábamos de la terminal, pasamos por el cartel de la isla, que reza “i love Petén”. Le tomaba fotos a Martín cuando apareció una chica adolescente. Noté que quería sacarse una foto y cuando terminé con Martín le dije que se sacara tranquila, cediéndole mi lugar para la foto. Me dio su celular hablando alguna cosa en tono bajito, y entendí que quería que le tomara la foto, lo que terminé haciendo de buena gana. Me preguntó de dónde era, le dije “de Uruguay”. Parecía complacida y me pidió tomarse una selfie conmigo.
Sigue tronando y los tucs tucs me pasan a un metro porque las veredas son muy estrechas. Acabo de comprar 17 banderas para cocer en mi mochila grande, a un precio de 398 Q (55 dólares). Pienso llenar mi mochila de banderas, me parece increíble pensar en cómo de niño me gustaban, las pintaba y aprendía, luego sus capitales, me metí a estudiar un profesorado de Geografía siendo tan tímido, y hoy viajo por los países. Mi vida es muy geográfica.
Puerta de Antigua, pero esta vez el volcán de Agua se deja ver. Era de mañana temprano, a la tarde la nubosidad lo cubriría. |
ANTIGUA
Subo la terraza del hostel y lo veo, imponente y suntuoso. El Volcán de Fuego está ante mis ojos. Cónico y blanco en las partes altas de sus laderas, su palidez es el rastro del desastre de hace pocas semanas. Una erupción repentina sorprendió y apagó las vidas de más de 100 personas, desapareció a más de 200 y afectó la vida de más de 2 millones de seres humanos. La tragedia está muy fresca y el volcán aún está activo y amenaza la región. Como la mañana del 11 de julio me hallaba revisando la habitación del eventual hostel donde nos hospedaríamos, dejé la mochila con la cámara en manos de Martín, abajo en la recepción. Ahora es 12 de julio, estamos en Panajachel y mientras escucho una canción de AC/DC, pienso y dudo mucho de volver a tener la chance de verlo. Acá se nubla rápidamente el cielo y la visibilidad está condicionada durante buena parte del día.
Cuenta una leyenda que existe un viento del lago que sopla y se lleva los pecados de la gente que habita en los pueblos de sus orillas. Le llaman Xocomil. |
EL LAGO DE ATITLÁN Y UN CAFÉ.
Las 5 de la madrugada del 12 de julio es el momento marcado. Salimos afuera y el cielo de Antigua nos regala un amanecer sin nubes. La silueta del apagado Volcán de Agua aparece detrás, contorneada en el horizonte, mientras Martín y yo aguardamos el shuttle que nos llevará al último destino del viaje: el lago de Atitlán.
Desayunamos unas galletas con cereales aunque extraño el mate. No hay posibilidad de conseguir agua caliente a esta hora. El shuttle llega pasadas las 6, nos montamos en él y empieza el camino a Panajachel, un poblado en la riberas del lago.
Voy sentado adelante, junto al conductor. El resto va detrás. Martín discute con el conductor por su ubicación en la combi, es que no hay mucho espacio. Tras un reacomodo de pasajeros, la situación se arregla y ya todos están sentados.Me duermo, necesito mate. El enésimo viaje no termina más, el día es hermoso y ansío ver el lago que miraba en fotos, anhelando estar allí. Parqueamos (estacionar en América Central) en una estación de servicio, bajo y me compro un café. ¡La solución! Dejo por fin el estado de somnolencia y me activo definitivamente.
El lago de Atitlán, que en nahuátl quiere decir "entre aguas". |
El shuttle asciende y zigzaguea por la carretera, serpil. El cielo es límpido e identifico la silueta del Volcán San Pedro tras preguntarle al conductor por el nombre de esa montaña de volcánica apariencia.
Por fin, luego de unos minutos, el camino por el altiplano guatemalteco comienza a entrever un enorme cráter relleno de azules aguas: el lago aparece a la vista, vasto y azul, muy azul, como el Titicaca en su día. Es hermoso.
Cuando veo esta clase de lugares es cuando le encuentro el sentido a estar vivo, percibiendo que realmente estoy ocupando mi tiempo en algo de lo más valioso que para mi existe, como la aventura de conocer libremente.
Una teoría dice que el lago se formó por el ascenso de las montañas linderas, proceso que habría encerrado unos cursos de agua dando origen al gran lago guatemalteco. |
CANSANCIO
Ha pasado casi todo el viaje y estamos cansados. El trajín ha sido intenso a lo largo de estos casi 20 días. Sentados en el patio del ABU hotel de Panajachel, bajo el ahora nublado cielo de Sololá, el cansancio se cincela en nuestras humanidades. Tras muchas horas de viajes interminables en bus, largas caminatas, persecuciones, de haber buscado Copán, de ascender volcanes y hacer cuentas matemáticas para que el dinero nos dé, de búsquedas de alojamientos online , es indisimulable el estrés acumulado en un viaje que siempre, bajo nuestra costumbre, es andar y no descansar.
Algunos dicen que un antiguo cráter volcánico se rellenó de agua formando el lago. |