No recuerdo haber visto un azul tan profundo como el del Titicaca. Será difícil repetir la experiencia de reunir en un mismo lugar el azul de esas aguas, mezclado con el tono más claro de su cielo limpio de nubes, mientras los picos nevados de las montañas adornan el horizonte hasta donde alcanza la vista. El verde de los islotes y cerros cercanos, junto a la ensenada donde está el puerto del pueblo de Copacabana, son detalles exquisitos salidos del pincel del artista que creó este incomparable paraje añil de los Andes.
Es y será siempre uno de los paisajes más hermosos que he tenido -y tendré- el privilegio de contemplar.
El lago navegable más alto de la Tierra se encuentra repartido entre Bolivia y Perú, a 3600 msnm. Al sur, en la orilla boliviana está Copacabana, un pequeño y multicultural pueblo donde además de los locales, hay infinidad de turistas deambulando por sus callecitas llenas de tiendas, mercados, restaurantes, agencias de viaje y hoteles.
En el centro del lago está la Isla del Sol que cuenta con algunos sitios sagrados de la civilización inca. Todos los días bien temprano, las embarcaciones del puerto salen con rumbo a distintos puntos de esta isla localizada íntegramente en territorio boliviano. Se puede ir al norte en la parte más alejada, llegar a la isla y caminar al sur por aproximadamente 2 horas para tomar una lancha y finalmente volver a Copacabana, o evitar la caminata y retornar al sur en alguna de las embarcaciones.
Nosotros fuimos primero al norte y luego al sur, pero preferimos hacerlo todo en la lancha porque las indicaciones del guía no nos parecieron muy convincentes. Sucede que el tiempo entre el momento en el que supuestamente debíamos llegar al sur tras la caminata y la salida de la última embarcación para Copacabana dejaba muy poco margen. No quisimos arriesgar. Probablemente estábamos algo sugestionados en el sentido negativo porque las experiencias previas con los guías en Bolivia nos habían dejado hasta allí un saldo de incertidumbre dado el carácter recurrente de la escasa solidez argumental y falta de claridad en estos trabajadores. Aventuro que la escasa preparación de los guías puede deberse a que si bien Bolivia es un país con una geografía magnífica con mucho para ver y sentir, el desarrollo del turismo es aún incipiente, al contrario de por ejemplo, el vecino Perú.
Sin embargo la gentileza y amabilidad del común de los bolivianos suple con creces cualquier laguna en los conocimientos de los esforzados guías.
Es conveniente aclarar que parte fundamental del encanto que tiene para mi conocer este país andino, radica en que puedes descubrirlo por ti mismo, sin muchos intermediarios. Las agencias de viaje tienen pocos paquetes a Bolivia, no hay tanta infraestructura para el turismo, lo que lo convierte en algo agreste, un destino ideal para mochileros aventureros. Esto es fascinante porque es puro y es un país que se mantiene virgen en cierto modo. La realidad de la vida cotidiana se palpa en cada rincón, calle, barrio o persona. Difícilmente encuentres en Bolivia la "burbuja turística" que se aprecia en otros países, como en los sitios históricos del mismo Perú.
La gente local de esta parte de Bolivia habla aymará además de español, insisto que el sol del altiplano es muy fuerte y necesitas protector solar y labial. Expuesto a la luminosidad del astro rey puedes andar con ropa liviana, pero a la sombra es fresco y puede darte frío.
El Inti Sol está tan presente en la mitología local, que hasta existe en la isla que lleva el nombre de la deidad, unas huellas enormes que la gente identifica como "las pisadas del Sol". Nuestro guía nos invita a caminar por ellas para recibir vibraciones positivas. Me dispongo a caminar por las huellas, la rodilla se me sale y acabo rengueando.
La altura conspira nuevamente contra las caminatas por las colinas de la isla del Sol, por lo que nos llevamos muña -una hierba buena para el soroche-, a la nariz.
En un extremo de Copacabana está el exigente pero a la vez gratificante cerro Calvario. El ascenso emula el viacrucis de Jesucristo y puede generar algunas dificultades por la altura y la inclinación, pero arriba, la vista del lago y la ciudad recompensan con creces el esfuerzo dedicado. Es bueno subirlo en la mañana o a la tarde temprano, para hacerlo con la luz del día. Al atardecer o a la noche, no lo recomiendo porque la falta de luz puede hacer la travesía más compleja.
Subimos por la mañana este cerro que se levanta 400 metros por sobre los 3600 metros de altura del Titicaca y Copacabana. A 4000 msnm, por primera vez desde que inició el viaje, la falta de oxígeno pasó factura y me dolió la cabeza.
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En lo alto del Cerro Calvario con una fenomenal vista del lago. |
Por la tarde, luego de dos tramos de viaje cortos y el paso por la aduana, llegamos al Perú y a Puno, más precisamente. Esta urbe peruana se encuentra sobre la orilla norte del Titicaca. Recorrimos parte de sus calles y volvimos a escalar, esta vez el imponente mirador del Cóndor, que ofrece una espectacular vista panorámica de la ciudad.
A la noche tomamos el ómnibus para Cusco. El ombligo del mundo, una de las ciudades más bonitas en las que he estado, nos esperaba.
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En Puno, junto al Cóndor. La ciudad y el lago Titicaca, al fondo. |