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sábado, 19 de agosto de 2017

Bajo la luna en Montmartre.



Caía el telón del día en el bohemio barrio de Montmartre. Mis amigos y yo pusimos rumbo a la colina para ver de cerca la monumental basílica del Sacré Coeur, emplazada en lo alto.
De izquierda a derecha: Martín, Mauro, yo,  Nico.
Un grupo de muchachos está al lado de las escaleras, contra una pared. Algunos fuman o beben. Todos charlan entre sí. De pronto, nos hablan y no entendemos qué dicen. Uno de ellos se acerca diciéndome algo. Lo ignoro y me toma del brazo, insistente. Lo miro con expresión poco amistosa y con un movimiento firme -sin brusquedad-, retiro mi brazo de su mano.
Montmartre de día. De izquierda a derecha: Mauro, Seba, Nico y Martín.
Ascendemos por las escaleras rumbo a la cima de la colina prisioneros de la cautela. Hay mucha gente joven escuchando música, bebiendo y fumando. Otros te ofrecen o te piden cosas. Sabíamos que el ambiente en Montmartre por la noche era este porque habíamos leído que sin llegar a ser necesariamente peligroso, podía ponerse algo pesado o denso.
Basílica del Sacré Coeur, en lo alto de la colina de Montmartre.

En París hay personas que se te acercan para colocarte pulseras en la muñeca o que te traen una planilla para firmar. En ambos casos argumentan que persiguen fines nobles como la ayuda a personas u organizaciones que necesitan apoyo de la gente. Tienes que desconfiar, porque en ambos casos, te pedirán o exigirán dinero al terminar de colocarte la pulsera o apenas estampas tu firma.
El aparato de inteligencia que montamos los 5, ya había rastreado la treta durante la organización del viaje y no caeríamos fácilmente en la red de pequeños engaños de París.
El tramo final de la escalinata está repleto de jóvenes, hay música, risas, alcohol y más...


El ambiente arriba se ve mejor y la iglesia iluminada emerge espléndida. Encima de la colina, una pequeña explanada conecta con el templo religioso, y detrás, allá abajo, la vista de las luces de París hacen que la decisión de subir tras el temor inicial, valga la pena.
Está frío y luego de las fotos descendemos con premura, atizados por el ambiente.
Cerca, tuve mi momento Marilyn Monroe sobre la rejilla de ventilación que da a la fachada frontal del emblemático cabaret Moulin Rouge. Los sex shops y otros cabarets se apilan por los alrededores. Y esto es todo lo que puedo contar sobre nuestra visita aquí...

Moulin Rouge.
Volveríamos a Montmartre el 16 de julio para recorrer y hacer compras en algunas de las decenas de tiendas y kioscos en donde el valor de los souvenirs, la ropa y otros artículos, es más barato que en otras zonas de la ciudad.
Regresamos al Loft Hostel, vendría Varsovia a romper nuestros esquemas y luego el cruce de Europa en tren hasta retornar a París en el día del nuevo aniversario de la Toma de la Bastilla.









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