A través de la ventanilla circular del avión, los afilados picos nevados de los Andes parecían tan cerca que creí posible tocar sus blancas cumbres con la punta de mis dedos. Fueron el principal atractivo de una larga y agotadora jornada de viaje que incluyó una escala en la nublada capital chilena. Allí descendimos e hicimos cambio de avión para embarcarnos rumbo al destino final del periplo e inicio de nuestro verdadero viaje: la ciudad de Guayaquil, la urbe más grande del Ecuador.
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Hemiciclo de la Rotonda, monumento a Bolívar y San Martín. |
Tras un pasaje tranquilo por las cercanas montañas, la voz del capitán del vuelo anunció, previo al descenso en tierra chilena: "Santiago está cubierta", y en efecto, nada pude ver. No había visibilidad. Ni una sola casa o edificio: la principal ciudad del país trasandino permaneció oculta todo el tiempo. Habitualmente existe en los alrededores de esta metrópoli un importante problema de contaminación atmosférica, agravado por el hecho de que la ciudad está encerrada por la cordillera andina, barrera frecuente para el tránsito de vientos que puedan despejar la bruma.
En Guayaquil hace calor en julio...bueno, en realidad durante todo el año. Está ubicada en la provincia de Guayas en un llano próximo al océano Pacífico. En Santiago había 7 grados, en Montevideo era similar. Al salir del aeropuerto de Guayaquil el calor nos abrasó -sí, con "s"-, la gente andaba con remeras de manga corta, bermuda o short, falda y chinelas o sandalias.
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Volando sobre Los Andes. |
El país tiene grandes contrastes climáticos a pesar de ser pequeño. Se puede pasar en cuestión de pocos kilómetros del calor al frío o de la sequedad al tiempo lluvioso. Es la consecuencia de la latitud en la que se emplaza el país, y de contar con 3 regiones bien diferentes como son la costa, la sierra y la selva.
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Letrero de la ciudad. Al día siguiente estaban pintando vivos blancos sobre el celeste, representando los colores de Guayaquil. |
Nos alojamos en el Manso Boutique Hostal, un económico y confortable alojamiento ubicado en el área del Malecón, un prolijo barrio de la ciudad. Posee una rambla próxima al río Guayas con vista a la isla Santay. Restaurantes, plazoletas de juegos, espacios verdes, iluminación y pulcritud, sin duda este lugar es parte de la mejor imagen que Guayaquil tiene para ofrecer.
Notamos limpieza en las calles, la basura se clasifica y las iguanas andan por la vereda de la plaza que lleva su nombre cerca del Malecón. Estos reptiles trepan a los árboles y si estás desprevenido puede lloverte orina, heces o podrías pisarlos si están en el suelo. Son inofensivos y pese a que se insta a las personas a evitar tocarlas, le acaricio el lomo a una que pasa junto a mis pies. El animal patea mi mano con una de sus extremidades traseras.
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Me acerco a una iguana. |
Recorremos las calles de la ciudad preguntando cosas y hablando con la gente. Entramos a un museo donde se exhibe la labor de una artista que realiza esculturas de gente real, cada una con una pequeña biografía que la acompaña al pie. Leyendo, se pueden desentrañar las vivencias que determinaron la historia de vida de cada una de estas personas de orígen humilde. Todas cuentan "la carga" que llevan, tal como señala el título de esta bonita obra.
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Escultura de "La Carga". |
El sistema de transporte merece una distinción especial con el metrobus, una suerte de híbrido entre tren y bus que realiza recorridos líneales que unen puntos distantes de la ciudad. Es una forma rápida y económica de movilizarte por una ciudad realmente enorme. Puedes obtener en alguna de las estaciones, una tarjeta por 4 dólares y realizar varios viajes con ella o, pedirle a algún pasajero local que amablemente te marque su tarjeta en un dispositivo ubicado en la estación, mientras simultáneamente arrojas 1 dólar en esa máquina, para devolverle lo adeudado. Con 1 dólar pagamos un pasaje para los cuatro. No tenía sentido comprar la tarjeta puesto que solo pensábamos hacer un viaje hasta un sitio llamado Las Peñas.
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Una iguana en la plaza que lleva el nombre de estos reptiles. |
Este peculiar lugar que recién citaba, Las Peñas, se ubica en el cerro Santa Ana. Es otro de los atractivos de la ciudad. En las faldas del cerro hay caseríos, locales de comida y música. Parte de la vida nocturna de Guayaquil encuentra albergue aquí. Tras un ascenso a lo largo de 444 escalones se llega a la cima. La misma se haya coronada por un bello mirador desde el que se puede obtener una maravillosa vista de la ciudad. Martín, enfundado en los colores del Club Nacional de Football y aquejado por el vértigo, no subió y fue víctima de las bromas pertinentes. Burlas que asociaron picaresca y rápidamente ambas cuestiones para explicar el "no ascenso" de nuestro querido amigo.
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Atardecer en Guayaquil. |
Mientras Sebastián y Martín aprovechaban para conocer otras partes de la ciudad como el estadio del Barcelona local, Brian y yo descansamos un poco en el Manso. Al caer la tardecita aprontamos un mate y salimos al Malecón. Nos encontramos de pronto en un almacén comprando helados y explicando a una pareja local el ritual del mate, observado con extrañeza y evidente curiosidad. Entre risas, con errores de parte del hombre -había entendido que debía traer un vaso cuando en realidad le pedía agua caliente para cebarle uno porque a mi se me había acabado-, les enseñamos a tomarse un mate.
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En lo alto de Las Peñas. Vista de la ciudad desde cerro Santa Ana. |
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